Page 160 - pasaporte a magonia jacques vallee
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        por  los  médicos  fue  salvada  mediante  una  fantástica  operación   de  su  relato,  por  lo  que  Juan  regresó  al  cerro,  donde  se  le  apa-
        realizada  por  dos  humanoides  procedentes  del  cielo  (caso  415).  reció  la  Señora  por  segunda  vez.  Aconsejó  a  la  aparición  que  en-
        Es  evidente  que  aquí  encontramos  la  repetición  de  los  actos  que  viase  al  obispo  a  un  mensajero  más  adecuado,  pues  él  no  se  con-
        recuerdan  el  misticismo  medieval.                                    sideraba  digno  de  tal  misión.
           El  caso  de  Knock  no  es  el  ejemplo  más  notable  de  la  seme-
        janza  que  existe  entre  apariciones  religiosas  y  observaciones  de       —Escucha,  hijito  —respondió  la  Señora—.  Podría  enviar  a
        OVNIS.  Y aunque  tuvo  lugar  en  Irlanda,  su  aspecto  milagroso  no      muchos,  pero  tú  eres  el  que  yo  he  elegido  para  este  menester.
        es  el  que  más  recuerda  los  rasgos  característicos  que  presenta  la  Así  es  que  mañana por la  mañana regresarás a  ver  al  obispo.  Le
        fe en las hadas.                                                             dirás  que  es  la  Virgen  María  quien  te  envía,  y  le  repetirás  que
          Sin  embargo,  el  incidente  que  ocurrió  al  amanecer  del  sá-         deseo  que  se  me  erija  un  templo  en  este  lugar.
        bado  9  de diciembre  de  1531  en México, representa  la culminación
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        de  todas  las  supersticiones  que  hasta  aquí  hemos  comentado .  Su   A  la  mañana  siguiente,  Juan  Diego  volvió  a  Ciudad  de  México
       impacto  sociológico  y  psicológico  fue  tremendo,  y  dejó  huellas  fí-  y  fue  recibido  de  nuevo  por  el  paciente  obispo.  El  indio  se  mos-
       sicas  que  hoy  aún  pueden  verse,  y  que  siguen  siendo  objeto  de  traba  tan  convencido  y  su  relato  tenía  tal  tono  de  veracidad,  que
       gran  devoción.                                                          Fray  Juan  de  Zumárraga  empezó  a  sentirse  impresionado.  Así  es
          En  aquella  lejana  mañana,  un  indio  de  cincuenta  y  siete  años  que  dijo  a  Juan  que  pidiese  a  la  aparición  una  señal  tangible,  y
       cuyo  nombre  náhuatl  era  Águila  Canora,  pero  llamado  en  espa-    ordenó  en  secreto  a  dos  de  sus  servidores  que  siguiesen  al  indio
       ñol  Juan  Diego,  se  dirigía  a  la  iglesia  de  Tlatelolco,  próxima  a  y  observasen  todas  sus  acciones.  Éstos  le  siguieron  por  la  ciudad,
       Ciudad  de  México.  Pero  de  pronto  se  detuvo  al  oír  un  concierto  vieron  que  no  hablaba  con  nadie,  observaron  que  subía  al  cerro...
       de  aves  canoras,  que  trinaban  con  voces  dulces  y  melodiosas.  Ha-  y  que  de  pronto  desaparecía.  ¡Por  más  que  registraron  aquella
       cía  mucho  frío  y  ninguna  avecilla  cantaría  a  hora  tan  temprana;  zona no encontraron  ni rastro  de  él!  Un  perfecto cuento  de hadas.
       sin  embargo,  las  armoniosas  notas  seguían  percibiéndose,  hasta    Pero  Juan,  en  el  cerro,  se  encontró  de  nuevo  con  la  aparición,  a
       que  de  pronto  cesaron.  Acto  seguido,  una  voz  femenina  llamó  a  la  que  transmitió  la  respuesta  del  obispo,  y  ella  le  dijo:
       Juan  Diego  por  su  nombre.  La  voz  venía  de  lo  alto  del  cerro,
       oculto  por  «una  niebla  escarchada, una  nube brillante».  Y  cuando         —Muy  bien,  mi  hijito.  Vuelve  mañana  al  amanecer y  te  daré
       el  indio  subió  al  cerro,  la  vio.                                        la  señal  que  pides.  Te  has  tomado  muchas  molestias  por  mí,  y
                                                                                     tendrás  tu  recompensa.  Vete  en  paz  y  descansa.
              El  sol  aún  no  se  había  alzado  por  el  horizonte,  pero  Juan  A  la mañana  siguiente,  sin  embargo, Juan  no  fue  a ver  al  obis-
            la  vio  como  si  se  recortase  contra  el  Sol, pues  se  hallaba  rodea-  po.  Su  tío,  que  era  su  único  pariente,  se  estaba  muriendo.  Juan
            da  de  pies  a  cabeza  por  una  aureola  de  rayos  solares.  Era  una
            joven  mexicana  que  no  tendría  más  de  catorce  años  y  de  una  pasó  el  día  tratando  de  aliviar  sus  sufrimientos  y  le  dejó  solo  un
            maravillosa  belleza.                                               momento  el  martes,  para  ir  en  busca  de  un  sacerdote.  Pero  mien-
                                                                                tras  se  dirigía  corriendo  a  Tlatelolco,  la  aparición  volvió  a  cerrar-
                                                                                le  el  paso.  Confuso  y  amargado,  él  le  explicó  por  qué  no  había
          Hasta  aquí,  tenemos  un  perfecto  comienzo  para  una  historia
       corriente  de  hadas.  Pero  en  el  diálogo  que  a  continuación  se  pro-  seguido  sus  instrucciones,  a  lo  que  ella  repuso:
       dujo,  la aparición  dijo  a  Juan  Diego  que  era  María,  y  que  deseaba
       tener  un  templo  en  aquel  mismo  lugar.  «Así  es  que  corre  ahora        —Mi  hijito,  no  te  aflijas  ni  te  disgustes.  ¿No  me  tienes  aquí,
       mismo  a  Tenochtitlán  (Ciudad  de  México)  y  di  al  señor  obispo        a  mí  que  soy  tu  madre?  ¿No  estás  bajo  mi  sombra y  mi  protec-
                                                                                     ción? Tu tío no morirá esta vez.
                                                                                                                            su salud se ha res-
                                                                                                                Ahora mismo
       todo  cuanto  has  visto  y  oído.»                                          tablecido. Ya no hay motivo para que vayas en busca de un sacer-
          Esto  era  más  fácil  de  decir  que  de  hacer.  Los  indios  pobres    dote, así es que puedes  realizar en  paz el  encargo que te di.  Sube
       no  acostumbraban  a  frecuentar  el  barrio  español  de  la  ciudad,  y    antes  a  la  cumbre  del  cerro;  corta  las  flores  que  allí  crecen  y
       mucho  menos  el  palacio  del  obispo.  Pero  haciendo  de  tripas  co-     tráemelas.
       razón,  Juan  bajó  corriendo  a  la  ciudad  y  suplicó  a  Fray  Juan  de
       Zumárraga  que  escuchase  su  historia.  Naturalmente,  aunque  el        Juan  Diego  sabía  muy  bien  que  no  había  flores  en  lo  alto  del
       obispo  acogió  bondadosamente  al  indio,  no  creyó  ni  una  palabra  cerro,  pues  a  mediados  de  diciembre  esto  era  imposible.  Sin  em-
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