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por los médicos fue salvada mediante una fantástica operación de su relato, por lo que Juan regresó al cerro, donde se le apa-
realizada por dos humanoides procedentes del cielo (caso 415). reció la Señora por segunda vez. Aconsejó a la aparición que en-
Es evidente que aquí encontramos la repetición de los actos que viase al obispo a un mensajero más adecuado, pues él no se con-
recuerdan el misticismo medieval. sideraba digno de tal misión.
El caso de Knock no es el ejemplo más notable de la seme-
janza que existe entre apariciones religiosas y observaciones de —Escucha, hijito —respondió la Señora—. Podría enviar a
OVNIS. Y aunque tuvo lugar en Irlanda, su aspecto milagroso no muchos, pero tú eres el que yo he elegido para este menester.
es el que más recuerda los rasgos característicos que presenta la Así es que mañana por la mañana regresarás a ver al obispo. Le
fe en las hadas. dirás que es la Virgen María quien te envía, y le repetirás que
Sin embargo, el incidente que ocurrió al amanecer del sá- deseo que se me erija un templo en este lugar.
bado 9 de diciembre de 1531 en México, representa la culminación
de todas las supersticiones que hasta aquí hemos comentado . Su A la mañana siguiente, Juan Diego volvió a Ciudad de México
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impacto sociológico y psicológico fue tremendo, y dejó huellas fí- y fue recibido de nuevo por el paciente obispo. El indio se mos-
sicas que hoy aún pueden verse, y que siguen siendo objeto de traba tan convencido y su relato tenía tal tono de veracidad, que
gran devoción. Fray Juan de Zumárraga empezó a sentirse impresionado. Así es
En aquella lejana mañana, un indio de cincuenta y siete años que dijo a Juan que pidiese a la aparición una señal tangible, y
cuyo nombre náhuatl era Águila Canora, pero llamado en espa- ordenó en secreto a dos de sus servidores que siguiesen al indio
ñol Juan Diego, se dirigía a la iglesia de Tlatelolco, próxima a y observasen todas sus acciones. Éstos le siguieron por la ciudad,
Ciudad de México. Pero de pronto se detuvo al oír un concierto vieron que no hablaba con nadie, observaron que subía al cerro...
de aves canoras, que trinaban con voces dulces y melodiosas. Ha- y que de pronto desaparecía. ¡Por más que registraron aquella
cía mucho frío y ninguna avecilla cantaría a hora tan temprana; zona no encontraron ni rastro de él! Un perfecto cuento de hadas.
sin embargo, las armoniosas notas seguían percibiéndose, hasta Pero Juan, en el cerro, se encontró de nuevo con la aparición, a
que de pronto cesaron. Acto seguido, una voz femenina llamó a la que transmitió la respuesta del obispo, y ella le dijo:
Juan Diego por su nombre. La voz venía de lo alto del cerro,
oculto por «una niebla escarchada, una nube brillante». Y cuando —Muy bien, mi hijito. Vuelve mañana al amanecer y te daré
el indio subió al cerro, la vio. la señal que pides. Te has tomado muchas molestias por mí, y
tendrás tu recompensa. Vete en paz y descansa.
El sol aún no se había alzado por el horizonte, pero Juan A la mañana siguiente, sin embargo, Juan no fue a ver al obis-
la vio como si se recortase contra el Sol, pues se hallaba rodea- po. Su tío, que era su único pariente, se estaba muriendo. Juan
da de pies a cabeza por una aureola de rayos solares. Era una
joven mexicana que no tendría más de catorce años y de una pasó el día tratando de aliviar sus sufrimientos y le dejó solo un
maravillosa belleza. momento el martes, para ir en busca de un sacerdote. Pero mien-
tras se dirigía corriendo a Tlatelolco, la aparición volvió a cerrar-
le el paso. Confuso y amargado, él le explicó por qué no había
Hasta aquí, tenemos un perfecto comienzo para una historia
corriente de hadas. Pero en el diálogo que a continuación se pro- seguido sus instrucciones, a lo que ella repuso:
dujo, la aparición dijo a Juan Diego que era María, y que deseaba
tener un templo en aquel mismo lugar. «Así es que corre ahora —Mi hijito, no te aflijas ni te disgustes. ¿No me tienes aquí,
mismo a Tenochtitlán (Ciudad de México) y di al señor obispo a mí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y mi protec-
su salud se ha res-
Ahora mismo
ción? Tu tío no morirá esta vez.
todo cuanto has visto y oído.» tablecido. Ya no hay motivo para que vayas en busca de un sacer-
Esto era más fácil de decir que de hacer. Los indios pobres dote, así es que puedes realizar en paz el encargo que te di. Sube
no acostumbraban a frecuentar el barrio español de la ciudad, y antes a la cumbre del cerro; corta las flores que allí crecen y
mucho menos el palacio del obispo. Pero haciendo de tripas co- tráemelas.
razón, Juan bajó corriendo a la ciudad y suplicó a Fray Juan de
Zumárraga que escuchase su historia. Naturalmente, aunque el Juan Diego sabía muy bien que no había flores en lo alto del
obispo acogió bondadosamente al indio, no creyó ni una palabra cerro, pues a mediados de diciembre esto era imposible. Sin em-