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secreta prestaremos más atención a los fions; aquí únicamente cantidad de comida que ella sacaba de la alacena, en el estante
quiero llamar la atención del lector hacia una leyenda particu- quedaba siempre la misma cantidad. Y ella no podía dejar de co-
larmente bella acerca de los fions y las tortas mágicas de trigo cer, hasta que el viejo marido del hada se apiado de ella y le dijo:
negro.
Parece ser que érase una vez una vaca negra perteneciente a Estoy seguro de que estás harta de vivir aquí y anhelas de-
unos pequeños fions que habitaban en una gruta, que asoló el jarnos. Te diré cómo debes hacer para que tu deseo se cumpla.
campo de trigo negro de una pobre mujer. Al comprobar el daño, Recoge todas las migajas de las tortas que caigan al suelo des-
la mujer prorrumpió en amargas lamentaciones. Entonces los fions pués de cocerlas, guárdalas en la alacena y eso obligará a mi
hicieron un pacto con ella: ellos se ocuparían de que nunca le mujer a despedirte.
faltasen tortas de trigo negro, a condición de que guardase si-
lencio. Efectivamente, la mujer y su familia descubrieron con Naturalmente, la joven hizo lo que el viejo le había indicado
asombro que su provisión de tortas era inagotable. Mas, por des- y consiguió escapar. John Mac Neil, que tenía entre setenta y ochen-
gracia, un día la mujer dio parte de una torta a un hombre, reve- ta años, no fijó la fecha de este relato, pero como aseguró que
lándole el secreto de su origen mágico, y la familia tuvo que vol- la propia joven le contó su aventura, hay que suponer que ésta
ver a hacerse tortas de trigo negro según los métodos ordinarios. tuvo lugar en la segunda mitad del siglo xIx.
¿Es necesario que recuerde al lector que la Biblia también Las personas de mentalidad científica miran con indignación
ofrece unos cuantos ejemplos de alimentos mágicos, igualmente tales historias. Cuando se preguntó a un grupo de estudiosos del
inagotables? Asimismo, encontramos estrechos paralelos en histo- fenómeno OVNI qué opinaban acerca del incidente de Eagle Ri-
rias narradas por personas reales. Como botón de muestra va el ver, sus componentes declararon que no se proponían analizar las
siguiente relato, recogido por Hartland: tortas, ni hacer nuevas averiguaciones, pues tenían cosas mucho
más importantes que investigar. Dos semanas después de la ob-
Un hombre que vivía en Ystradfynlais, en el Brecknockshire, servación, Joe Simonton dijo a un periodista de la United Press
salió un día en busca de sus vacas y ovejas, que pacían en la International que «si aquello volviese a ocurrir, no se lo contaría
montaña, y no regresó. Transcurridas tres semanas, cuando ya a nadie». A decir verdad, si los platillos volantes fuesen aparatos
se había abandonado la búsqueda y su mujer lo daba por muer- procedentes de una civilización cósmica supercientífica, cabría es-
to, volvió a su casa. Su mujer le preguntó dónde había estado perar que estuviesen abarrotados de instrumentos electrónicos,
durante las últimas tres semanas. «¿Tres semanas? ¿A tres horas superradares y enormes computadores espía. ¡Pero visitantes de
llamas tres semanas?», repuso él. Cuando ella le instó a que le forma humana, que respiran nuestro aire y transportan consigo
explicase dónde había estado, le dijo que había estado tocando
la flauta (que siempre se llevaba consigo a la montaña) en un cocinillas volantes, esto ya es demasiado, Mr. Simonton!
lugar llamado Llorfa, cercano al estanque de Van, cuando de Existe la idea de que los visitantes procedentes de las estre-
pronto se vio rodeado por unos hombrecillos que se fueron llas no tienen que ser humanos, ni siquiera humanoides. ¿Cómo
acercando a él, hasta encerrarlo en un pequeño círculo. Entonces osarían presentarse aquí sin haber recibido una cortés invitación
se pusieron a cantar y bailar, y esto le emocionó tanto que enviada por nuestros potentes radiotelescopios? Durante siglos,
estuvo a punto de desvanecerse. Después le ofrecieron unos pas- nos dedicaríamos únicamente a trocar una información de carác-
telillos, de los que él comió, y aseguró que nunca había gozado ter altamente científico a través de primorosos circuitos y me-
tanto en su vida. 3
diante códigos complicadísimos. Y aun en el caso de que viniesen
a la Tierra, lo más seguro es que aterrizasen en Washington, D.C.,
Wentz recoge también algunos relatos acerca de la comida de donde serían recibidos por el presidente de los Estados Unidos
las hadas. Recopiló estas narraciones durante sus viajes por las y los «ufólogos científicos». Se intercambiarían regalos. Nosotros
regiones célticas, a principios del siglo actual. John Mac Neil, de les ofreceríamos libros sobre exobiología, y ellos nos darían foto-
Barra, un viejo que no hablaba inglés, contó a Michael Buchanan, grafías de nuestro sistema solar tomadas desde sus observatorios
quien tradujo del gaélico para Wentz, un precioso cuento sobre espaciales. ¿Pero tortas de pan moreno perforadas y con sabor a
una joven que fue arrebatada por las hadas. cartón? ¡Vamos, Mr. Simonton, no sea usted tan paleto!
Las hadas, dijo, se llevaron a esta joven a su morada y le Y, con todo, no hay duda de que Joe Simonton está completa-
ordenaron que cociese tortas de avena. Pero fuese cual fuese la mente convencido de que vio al platillo volante, la parrilla que