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después de entrar en ella con su hijo entonó el ensalmo que ella tonces, no le hubiera ido tan mal, pero volvió al pozo después
y sus hermanas solían emplear, y ascendió de nuevo a la estre- del primer encuentro, y recibió así hasta cuatro veces una feno-
lla de donde había venido. menal paliza.
La joven pasó dos años en aquellas regiones celestiales, hasta El 6 de noviembre de 1957, un muchacho de doce años, Eve-
que un día le dijeron: rett Clark, de Dante, en Tennessee, abrió la puerta de su casa para
dejar salir a su perro Frisky. Vio entonces un objeto extraño en
Tu hijo desea ver a su padre; así es que vuelve a bajar a la un campo, a cosa de cien metros de la casa. Pensó que estaba
Tierra, busca a tu marido y dile que nos traiga ejemplares de soñando y volvió a entrar. Cuando veinte minutos después llamó
todos los animales que mata. a su perro, descubrió que el objeto aún seguía allí y que Frisky
estaba a su lado, con varios otros perros de la vecindad. Junto
Ella así lo hizo. Y el cazador ascendió a los cielos con su al objeto estaban también dos hombres y dos mujeres vestidos
esposa, vio a su hijo y asistió a un gran festín, en el que fueron con ropas normales. Uno de los hombres trató varias veces de
servidos los animales que él había traído. capturar a Frisky y después a otro perro, pero tuvo que dejarlos,
Esta leyenda algonquina presenta una mezcla muy compleja pues los canes parecían dispuestos a morderle. Everett se dedicó
de temas. Algunos de ellos están presentes en las actuales histo- a observar a los extraños personajes, que hablaban entre ellos
rias de OVNIS; otros se derivan de conceptos tradicionales, como «como los soldados alemanes que había visto en el cine»; des-
el intercambio de comida, que ya hemos comentado. Los elemen- pués les vio penetrar en el objeto atravesando limpiamente sus
tos nuevos son: (1) el deseo expresado por los seres celestiales de paredes, y después éste se elevó verticalmente sin el menor ruido.
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obtener ejemplares de todos los animales capturados por el caza- Era oblongo y de «ningún color particular» .
dor, y (2) la idea de que es posible el matrimonio entre la raza En otra de estas extraordinarias coincidencias que son ya tan
terrestre y la raza aérea. En el capítulo IV examinaremos por familiares a los ufólogos, aquel mismo día se efectuó otro inten-
separado este último aspecto. to de raptar a un perro, esta vez en una población de Nueva Jer-
Hasta aquí, hemos visto a nuestros visitantes robando plan- sey llamada Everittstown. *
tas y solicitando nuestros productos. Pero, ¿han llegado a dar Mientras el caso Clark tuvo lugar a las seis treinta de la ma-
muerte por sí mismos a animales terrestres? ¿Han arrebatado ca- ñana, fue al anochecer cuando John Trasco salió a dar de comer
bezas de ganado? Si hemos de creer lo que cuentan muchos a su perro y vio un objeto brillante de forma ovalada suspendido
testigos, así es, en efecto. Pero lo más interesante es que aquí en el aire frente a su granero. Casi al instante siguiente se dio
volvemos a encontrar un rasgo común a los ufonautas y al Buen de manos a boca con un ser de un metro de estatura, «de cara
Pueblo. En la página 74 de esta obra tendré ocasión de citar, color de masilla y grandes ojos de rana», quien le dijo en un
dentro de otro contexto, una conseja que nos presenta a una mul- inglés macarrónico: «Somos gente de paz; sólo queremos su
titud de hadas persiguiendo a un corzo en la isla de Aramore. El perro.»
narrador agrega que, en otra ocasión, «esa gentecilla persiguió a Trasco mandó a freír espárragos al extraño individuo. Éste
un caballo». Y en el curso de la misma conversación con Walter huyó corriendo y, momentos después, su máquina despegó verti-
Wentz, que éste transcribió antes de 1909, el narrador, apodado el calmente. Parece ser que la esposa de Trasco pudo observar el
viejo Patsy, contó la siguiente historia acerca de un hombre «que, objeto desde la casa, pero no así al pequeño ser. Dijo, además,
si aún vive, se encuentra actualmente en América, adonde se fue que cuando su marido trató de agarrar al hombrecito, éste es-
hace unos años»: capó, pero le dejó un polvo verde en la muñeca, que desapareció
al lavarse las manos. Al día siguiente observó la presencia del
Cuando caía la noche en la Isla del Sur, un hombre se mismo polvo en sus uñas. El ufonauta vestía un traje verde de
hallaba abrevando a su vaca en un pozo cuando, al mirar al botones brillantes, se tocaba con una especie de boina de punto,
otro lado de un muro, vio a numerosos seres de extraña cata- y calzaba guantes con un punto brillante en la punta de cada
dura jugando a la taba. Cuando vieron que los miraba, uno se dedo, según Coral Lorenzen .
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acercó a la vaca y le asestó un fuerte golpe, y, volviéndose des-
pués hacia el hombre, le produjo profundos cortes en la cara y * Por otra curiosa coincidencia, el nombre del pueblo del segundo caso es pa-
el cuerpo. Si el hombre hubiese tenido la sensatez de irse en- recido al del testigo del primero. N. del A.