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que en ellas los elfos se representan como seres de cabeza enor- hombrecillos parecen haberse llevado con igual destreza desde
me, piernas diminutas y brazos desmesurados: matas de espliego hasta patatas, pasando por racimos de uva. En
relato tras relato, desde América del Norte y del Sur hasta Euro-
Se les atribuye la creación de los círculos verde brillante, pa, los pequeños seres aparecen desembarcando de su brillante
llamados elf-dans, que a veces se ven en los prados. Incluso hoy aparato para recoger muestras de vegetación y despegar acto se-
en día, cuando un campesino danés descubre uno de estos círcu- guido ante los ojos atónitos de los testigos. Semejante conducta
los al amanecer, dice que allí han ido los elfos a bailar durante es muy apropiada para hacer suponer a los investigadores de es-
la noche. 10
tos relatos que los visitantes se dedican a la recogida de mues-
tras, con el cuidado y la precisión propios de experimentados exo-
Resulta curioso observar que, en los albores del Racionalis-
fin y al cabo, unos
mo, se intentó explicar los corros de hadas, o de brujas, como biólogos. ¿No hemos ideado nosotros, al de la flora marciana robots
cuan-
preliminares
análisis
los
que
efectuarán
fenómenos eléctricos, producidos a consecuencia de efectos at- do las primeras sondas enviadas por los hombres lleguen al pla-
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mosféricos. P. Marranzino , por ejemplo, cita un pareado de neta rojo? En algunos casos, los visitantes incluso tienen tiempo
Erasmus Darwin, abuelo del naturalista inglés, que aquél escri- de sostener prolongadas conversaciones con los testigos acerca
bió en 1789:
de nuestras técnicas agrícolas. Éste fue el caso de un aterrizaje
que, de manera harto curiosa, tuvo lugar en Tioga City (Nueva
De oscuros nubarrones salta veloz el rayo, hendiendo el fuer- York), el mismo día del famoso aterrizaje de Socorro, unas diez
te roble o haciendo el corro mágico. horas antes de que el agente de policía Zamora observase el ob-
jeto ovoide y brillante que ahora ya nos resulta tan familiar.
Y según el citado Erasmus Darwin:
Un joven granjero llamado Gary T. Wilcox se hallaba espar-
Existe un fenómeno, al parecer de naturaleza eléctrica, que ciendo abono en su campo. Un poco antes de las diez de la ma-
aún no se ha conseguido explicar: me refiero a lo que en len- ñana, se detuvo en su trabajo para ir a echar una mirada a un
guaje popular se llaman los corros de hadas, que con tanta fre- campo rodeado de bosque, que se encontraba a poco más de kiló-
cuencia aparecen en los prados. metro y medio de su granero. Deseaba comprobar si la tierra de
A veces, los segmentos mayores o más predominantes de nu- dicho campo ya estaba en condiciones de ser arada. Pero al acer-
bes que van descendiendo gradualmente a medida que se des- carse al lugar indicado, vio en él un objeto brillante, que de mo-
plazan, descargan el agua que transportan en las zonas más hú- mento tomó por una nevera abandonada, después por un depó-
medas de las llanuras herbosas. Ahora bien, este mamelón o
extremo de una nube adquiere, al ser atraído hacia la Tierra una sito de combustible de avión o cualquier otra pieza de una aero-
forma casi cilindrica, de manera parecida a lo que ocurre con la nave. Al acercarse más, se dio cuenta de que el objeto tenía forma
lana suelta de la rueca al hilarla, y despide hacia el suelo un de huevo y que sus dimensiones eran de seis por cinco metros,
chorro de electricidad de dos a diez yardas de diámetro. Pero parecía de metal duradero y no le recordaba a nada que hubiese
sólo la parte exterior del cilindro quema la hierba. visto antes.
Lo tocó y no lo encontró caliente.
Es posible que tarde o temprano algún celoso científico se No observó en él puertas ni escotillas de ninguna clase. Y, sin
apresure a formular esta idea en términos de la moderna física embargo, dos seres de aspecto humano aparecieron de pronto.
de los plasmas. Al hacerlo, sin embargo, valdrá la pena que ob- Tenían aproximadamente 1,20 m de estatura y vestían unos trajes
serve el diámetro del cilindro mencionado por el viejo Darwin: sin costuras, con casco y una caperuza que les tapaba totalmente
«de dos a diez yardas...» al ser la yarda casi equivalente al me- el rostro, lo cual impidió a Wilcox observar sus facciones. Pare-
tro, esto nos da el diámetro del platillo volante corriente. cían poseer brazos y piernas. Le dirigieron la palabra «en un
suave inglés», pero su voz no parecía proceder de la cabeza, según
le pareció a Wilcox, sino de su cuerpo.
¿ANGELES O DIABLOS? —No se alarme, no es la primera vez que hablamos con per-
sonas. Somos del planeta que ustedes llaman Marte —le dijeron.
Hemos observado algunos casos que relacionan a seres des- A pesar de que Gary se hallaba convencido de que «alguien
conocidos con el hurto de productos agrícolas. Los misteriosos me estaba tomando el pelo», la extraña conversación continuó. Los