Page 22 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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Después de las elecciones del 5 de marzo, el Ministro Göring declaró que la enorme
                  superioridad  del  frente  nacional  no  daba  derecho  a  los  gobiernos  regionales  de  la
                  Alemania  del  Sur  a  continuar  gobernando  en  nombre  del  pueblo.  Esto  llevó  a
                  negociaciones  entre  algunos  gobiernos  regionales  y  los  jefes  nacionalsocialistas
                  resultando de ellas nuevas adhesiones. La caída del  Gobierno bávaro tuvo un aspecto
                  especialmente dramático; este país estaba bajo el dominio del partido popular  bávaro
                  desde hacía 43 años. El Dr. Held era presidente del Consejo de ministros desde el año
                  1924.  Este  hábil  e  inteligente  parlamentario  había  asegurado  repetidas  veces  que  no
                  toleraría  ninguna  intromisión  en  la  política  de  su  país.  Su  fiel  colaborador,  el  Dr.
                  Schäffer,  juró  que  se  atrevería  a  detener  inmediatamente  a  cualquier  comisario  del
                  Reich que pisara suelo bávaro.
                  Corría el rumor de que ambos ministros en unión del Príncipe Ruperto de Baviera y del
                  Barón  von  Guttenberg,  presidente  de  la  Liga  real,  planteaban  la  restauración  de  los
                  Wittelsbach. Esta monarquía, con su independencia, hubiera significado un peligro para
                  la unidad del Reich; era necesario obrar rápidamente. Fracasado un intento conciliatorio
                  y  transcurrido  el  plazo  del  ultimátum,  fijado  por  unas  horas,  las  formaciones
                  nacionalsocialistas ocuparon Munich y en particular los edificios públicos;  en la misma
                  noche  el  Presidente  v.  Hindenburg  nombró  comisario    del    Reich    para    Baviera  al
                  teniente  general  v.  Epp.  Se  formó  un  nuevo  Gobierno  bávaro  compuesto  de  los
                  diputados nacionalsocialistas Wagner, Frank y Siebert.
                  La  bandera  con  la  cruz  gamada  ondeaba  desde  aquel  momento  en  todo  el  Reich,  lo
                  mismo en las grandes ciudades que en las más pequeñas aldeas.
                  El 23 de marzo acordó el Parlamento, como ya se ha dicho, la ley de plenos poderes; el
                  problema de unificar el Reich pudo hacer en poco tiempo grandes progresos.
                  Ocho días más tarde apareció la ley para la “unificación de los Estados federales con el
                  Reich” que aseguraba la homogeneidad de la voluntad política en el Reich, regiones y
                  municipios,  basándose  en el  resultado  de  las  elecciones al  Parlamento. Pasados otros
                  ocho días, o sea el 7 de abril de 1933, siguió la llamada “ley de los gobernadores”, que
                  dio el paso decisivo para la reorganización de las relaciones de derecho público entre el
                  Reich  y  los  Estados  federados.  El  nombramiento  de  los  gobernadores,  recaído  en
                  hombres  de  toda  confianza  del  Canciller,  hizo  más  efectiva  todavía  la  unidad  de  la
                  dirección política en el Reich y los Estados.
                  Según esta ley, los gobernadores tienen la misión de cuidar del fiel cumplimiento de las
                  directrices políticas establecidas por el Canciller. Estos tienen el derecho de nombrar o
                  destituir  al  presidente  y  a  los  miembros  del  gobierno  regional.  Están  autorizados  a
                  disolver los gobiernos regionales y convocar nuevas elecciones, hacer y decretar leyes,
                  nombrar y destituir a los empleados del Estado. Se les concede el derecho de indulto. En
                  Prusia, el Canciller ejerce al mismo tiempo las funciones de gobernador y los ministros
                  prusianos pueden ser simultáneamente ministros del Reich.
                  “¿Que  sería  de  Alemania-  decía  el  Führer  en  el  Congreso  del  Partido  celebrado  en
                  Nuremberg en 1935- si ya las generaciones anteriores a la nuestra no hubieran hecho
                  cesar el disparate, que clama al cielo, de los estados y estadillos alemanes que en modo
                  alguno era beneficioso al pueblo alemán sino a sus enemigos ? Un pueblo que habla un
                  idioma, posee una cultura, que ha visto formarse su destino en la historia común,  no
                  puede aspirar más que a tener también una unidad en su dirección. Con esto el pueblo
                  consigue que las ventajas predominen sobre las desventajas que pudieran resultar.
                  A qué grotesco rebajamiento del carácter y de la fuerza de un pueblo puede llevar este
                  estado  de  cosas,  lo  hemos  vivido  en  los  meses  de  enero,  febrero,  y  marzo  de  1933,
                  durante  los  cuales  egoístas  mezquinos  mezclaban  con  indiferencia  glacial  sus
                  reprobables intereses de partido con las tradiciones regionales tratando de poner así en



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