Page 303 - Santoro, Cesare El Nacionalsocialismo
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Ninguna prueba de la eficacia de esta organización es tan elocuente como los resultados
                  obtenidos por los deportistas alemanes en la XI Olimpiada del año 1936.
                  En los concursos invernales y estivales se ha luchado por la otorgación de un total de
                  147 medallas de oro, 145 de plata y 147 de bronce, de las cuales fueron adjudicadas a
                  Alemania 36, 29 y 30 respectivamente, asegurándose con esto Alemania el primer lugar
                  en la lista de los vencedores. Los Estados Unidos de América conquistaron el segundo
                  lugar  con  25,  20  y  15  medallas  y  Hungría  el  tercero  con  10,  1  y  6  medallas
                  respectivamente. Alemania ganó en los concursos artísticos de la Olimpiada 5 medallas
                  de oro, 5 de plata y 2 de bronce, colocándose también en este grupo a la cabeza de las
                  naciones.  De  129  competiciones  habidas  en  estos  juegos  gigantescos,  los  deportistas
                  alemanes  conquistaron  el  primer  lugar  33  veces,  26  veces  el  segundo  lugar  y  30  el
                  tercero. En un total de 129 concursos, los atletas alemanes obtuvieron 89 éxitos.
                  Con ello Alemania ha logrado el mayor éxito entre las 53 naciones que se disputaban en
                  formidable  contienda,  el  honor  de  ver  elevar  a  sus  connacionales  al  pedestal  de  la
                  victoria. Su éxito sólo ha sido superado en la historia de los Juegos Olímpicos modernos
                  por los Estados Unidos de América, en la Olimpiada de Los Angeles en el año 1932, en
                  donde los norteamericanos obtuvieron  46 medallas de oro, 37 de plata y 31 de bronce.
                  En aquel año, los alemanes lograron adjudicarse sólo 3 medallas de oro, 13 plata y 4 de
                  bronce,  quedando  demostrados  con  esto  los  grandes  progresos  realizados  por  los
                  alemanes en los últimos cuatro años, en el campo de la cultura física.
                  Desde  luego,  los  luchadores de un país en  el  cual tienen  lugar  los Juegos Olímpicos
                  llevan sobre los demás la ventaja que supone estar familiarizados con el clima patrio y
                  el conocimiento exacto del terreno de lucha contando además con el apoyo moral que
                  les aporta la presencia de un público, formado en su gran mayoría por compatriotas. A
                  pesar de estas circunstancias, sin embargo, no pueden estimarse en toda su importancia
                  las  magníficas  victorias  alcanzadas  por  los  alemanes,  sobre  todo  porque  fueron
                  conseguidas por una generación de deportistas que, en su mayoría, se han formado  y
                  desarrollado en  los tiempos calamitosos de la guerra y pertenecen a los años de muy
                  reducida natalidad.
                  En el éxito deportivo de la Olimpiada reside, en efecto, el objetivo más aparente, pero
                  no así el sentido único de estos concursos atléticos: el resultado social e internacional ha
                  sido muy significativo e importante. Los concurrentes de todas las naciones del mundo
                  se hallaban, ya sea en Berlín, Kiel, o en Garmisch-Partenkirchen como si estuvieran en
                  su propia casa. Tuvieron ocasión de admirar la perfección en la ejecución de los juegos,
                  la magnífica instalación de los campos y la organización y orden sin igual en todos los
                  servicios,  vieron  el  emocionante  desarrollo  de  los  concursos  y  convinieron  en
                  exteriorizar su satisfacción por el espíritu  verdaderamente deportivo de la Olimpiada,
                  del cual siempre se hace responsable el país patrocinador. En efecto, ser país olímpico
                  constituye una distinción laudatoria, y Alemania ha demostrado haber comprendido este
                  significado. Con su asistencia a la mayoría de los acontecimientos olímpicos,  Adolfo
                  Hitler  ha  dado  un  ejemplo  de  la  íntima  compenetración  que  existe  entre  el
                  nacionalsocialismo, el pueblo y el deporte.
                  Toda la prensa extranjera ha reconocido unánimemente la preparación ejemplar de los
                  Juegos Olímpicos, que ha podido comprobarse en la organización técnico-deportiva, en
                  las  magníficas  obras  arquitectónicas,  en  el  perfecto  desarrollo  del  tránsito,  en  el
                  funcionamiento  de  los  servicios  policíacos  y  en  todas  las  demás  medidas.  La  última
                  Olimpiada ha contribuido además, sin duda alguna, a destruir algunos prejuicios sobre
                  la situación en Alemania. Los extranjeros vieron a la gente esperar horas y horas en la
                  Wilhelmsplatz  para  presenciar  la  salida  del  Führer  de  la  Cancillería;  vieron  como
                  cientos  de  miles  que  no  habían  podido  conseguir  un  sitio  en  la  valla  del  campo  de



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