Page 157 - Egipto TOMO 2
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156 PARTIDA PARA EL EGIPTO SUPERIOR
la fonda. No hay para qué decir que, en sus relaciones con los europeos, como buenos
orientales, jamás olvidan lo que puede traerles mejor cuenta; pero son incapaces de cometer
acción alguna que pueda rebajarlos en concepto de quien á ellos se ha confiado, y esto y el
temor por un lado de que pueda expedírseles un certificado en el cual no se muestre
enteramente satisfecho de su proceder el que debe expedirlo
, y el de que en consecuencia se
les expulse del gremio, son motivo para que su codicia se contenga dentro de los límites
y se muestren verdaderamente celosos en el cumplimiento de sus deberes.
de lo racional,
El que tiene la fortuna de dar con un dragomán hábil, con el cual ha cerrado un contrato
ventajoso, y sabe demostrarle de antemano que él, el viajero, quiere ser el amo, no podrá
ménos de convenir, áun antes de abandonar la dahabijeh, que difícilmente habría encontrado
en Europa un correvedile más circunspecto, más entendido y más prudente que el que
ha sido su compañero en su viaje sobre las aguas del Xilo. Por punto general no sabe
y generalmente también, ha crecido en la indigencia; pero con todo ello sabe
leer ni escribir,
conducirse con circunspección y cordura en sus relaciones con las gentes distinguidas de
su propia nación. — Por supuesto que seria preciso ser ó muy rico ó muy abandonado
para confiar al dragomán el cuidado de contratar la dahabijeh. El que cuente con relaciones
en el Cairo, diríjase en persona al puerto de Boulaq donde se hallan al ancla los buques que
se emplean en semejante menester, contrate con el arraez ó capitán del buque, rais, y
cerrado el trato y firmado el documento hágalo registrar en el consulado.
Por nuestra parte pudimos prescindir de dragomán, y por lo que toca á dahabijeh,
alquilamos nada ménos que la del valiente arraez Hussein
, es decir, del hombre que sirvió
de guia, hace ya mucho tiempo, á Wilkinson, el egiptólogo más profundamente conocedor
de los usos y costumbres de los antiguos egipcios; y á nosotros, durante el viaje que hace
algunos años realizamos á las famosas regiones del Egipto superior. A su cargo dejamos el
reunir la tripulación, reservándonos nosotros contratar un ayuda de cámara y un cocinero,
haciendo un nuevo viaje á la ciudad con el objeto de procurarnos provisiones de toda especie
para algunos meses. Larga era la lista de los objetos que necesitábamos,
y como ni
queríamos privarnos de comodidad alguna, y no ignorábamos que en el Cairo se ofrece más
ventaja para hacer las compras, que en las ciudades de las riberas del Xilo, tomamos un
coche de alquiler que nos condujo al Ezbekijeh,
y de dicho punto á las tiendas del Muski.
Xuestra primera visita fué á la tienda de modas de Cecilio, en la cual se fabrican los
pabellones de que en rigor no puede prescindir viajero alguno que sienta latir en su corazón
el sentimiento de patria; y como nosotros
lo sentíamos, determinamos que en nuestra
dahabijeh ondearan un gran estandarte blanco, negro y rojo y una flámula con los mismos
colores. El almacén se halla situado en el primer piso, y desde él, asomados á las ventanas,
vimos pa&ai debajo de nosotros la heterogénea muchedumbre que puebla incesantemente
dicha calle, indudablemente la más animada y la más poblada de tipos diversos que existe
en el mundo. Algo hemos dicho de ella, bien que de paso, al encaminarnos á visitar la
mezquita de el—Azhar, ahora que nos quedan ya pocos momentos
ántes de aquel en