Page 160 - Egipto TOMO 2
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PAETIDA PARA EL EGIPTO SUPERIOR 159
mente. Antes de volver la espalda á la ciudad de los Califas y al Muski, que, si así cabe
decirlo, marca las palpitaciones de su corazón, juzgamos que ha de sernos permitido
hacer un pequeño bosquejo de lo que vio pasar bajo sus pies el observador, desde la ventana
de su primer piso en que se habia situado.
En cuanto amanece, aparecen chicuelos beduinos con sus hatos de cabras, gritando á
gañote tendido: «¡Leche, leche!» El vendedor de té, por punto general procedente de
Persia ígueles inmediatamente con sus cachivaches de latón, tersos y brillantes cual si
acabaran de salir de manos
del que los construyó. Viene
en pos el panadero con los
productos de su industria
redondos, achatados y mo-
renos. Proporcionante al-
guna ganancia los obreros
y artesanos que se dirigen
á sus tareas , v de éstos
los que se hallan en posición
más desahogada, se acercan
á tal cual cocinero ambu-
lante de cuya hornilla salen
nabos asados, habas coci-
das, pepinos en conserva,
albondiguillas de carne,
huevos duros y otros man-
jares á estos parecidos, sir-
viendo de aperitivo y salsa
á los mismos uno que otro
diente de ajo, sobre el cual
hincan aquellos los suyos
con las mejores ganas del
mundo. Entre tanto se
abren las tiendas: instálanse BUHONERO
delante de los cafés algunos bancos labrados en madera de palma, y empiezan á asomar
acá v acullá personas de buen pelaje y mejor aderezadas, es decir, effendis, como si
dijéramos caballeros; empleados en los despachos y oficinas públicas; dependientes de
comercio y cajeros que se dirigen á sus respectivas cajas, oficinas y escritorios. A éstos
ofrecen sus servicios los limpiabotas, provistos de su caja, en la cual guardan el cerote y
los cepillos, y del banquillo ó taburete en el cual apoya el pié el paciente, que miran con
tanta atención á los que usan calzado de cordobán, como con indiferencia y hasta desprecio,.