Page 164 - Egipto TOMO 2
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PARTIDA PARA EL EGITPO SUPERIOR     163
                                                            coronas de oro;
              napoleones de oro: rupias indias y chelines y libras inglesas; marcos y
              thalers de María Teresa y guldens de Austria; rublos de plata que constituyen en Rusia una
              verdadera rareza, corren aquí de mano en mano hasta en las tiendas más insignificantes.
              Nuestra mirada se  fija un  solo  instante en la mesa del cambista; pues impensadamente
              viene á solicitarla un nuevo espectáculo no menos atractivo. Dos mujeres del harem se
              ven forzadas á acogerse  al amparo de la casa más cercana, para salvarse del empuje de
              un escuadrón de jinetes ante
              el cual abre calle la apiñada
              muchedumbre  se des-
                       ,  y
              hacen en injurias y maldi-
              ciones  contra  tan  brusca
              acometida, y no obstante el
              transparente velo que cubre
              su rostro, puede adivinarse
              la  ira  que  las  acosa,  y
              merced á los resueltos mo-
              vimientos  de  sus  brazos
              entreábrese la holgada ves-
              timenta que  las cubre,
              dejando  al descubierto  los
              tejidos de seda color claro
              que debajo de ella se oculta.
              Y con el tránsito del- último
              jinete, queda de nuevo  la
              calle libre, y con las babu-
              chas  de  rojo  tafilete que
              calzan  ' sus  piés,  azotan
              despiadadamente  el  flanco
              del ligero corcel que, sor-
              prendido ante tan brusca é
              inesperada acometida, va á
                                              ZAPATERO REMENDON
              dar contra un distraído via-
             jero  inglés, que, por  lo visto, no conoce aún  el arte de ponerse á cubierto de  súbitos
              encontrones. Muchos son en número los europeos que discurren por la calle; mas ¿quién
              se pára á contemplar sus  trajes sombríos y prosáicos, cuando se tienen al alcance de la
              mirada bajáes turcos, beduinos, armenios, persas, hindúes, griegos y negros?
                El sol marcha á su ocaso;  la marea humana comienza á bajar;  el tumulto disminuye, y
              la noche tiende su manto de sombras con mayor rapidez que en nuestras latitudes. Las
              tiendas, las farmacias con sus coloreados globos, los figones, los cafés, todo se ilumina con
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