Page 22 - Egipto TOMO 2
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REJUVENECIMIENTO DE EGIPTO
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apénas echada la simiente en el suelo, perecíase por llevar á cabo la cosecha, y que no eran
áun nacidas las espigas, cuando empuñaba ya la hoz con que pretendía segarlas. Resuelto á
enriquecerse y á enriquecer su casa; pero no á enriquecerse materialmente, sino en virtud del
progreso material del país, del desarrollo de su comercio, de su industria, de su agricultura,
hízose propietario, hacendado, comerciante é industrial en alta escala; pero cegado no por su
codicia, sino por sus deseos de engrandecimiento, á fuerza de monopolizar toda la producción
v todo el tráfico que antes realizaban sus súbditos, en lugar de favorecer su riqueza la
perjudicó; en vez de fomentar el desarrollo del comercio y de la industria, faltó poco para
que totalmente los aniquilara. Los franceses, especialmente en los primeros tiempos de su
gobierno, le prestaron eficacísimo apoyo, y así por gratitud, como por el respeto y conside-
ración que le merecían su ciencia y su saber, del mismo modo que por la simpatía que
despertaron en su corazón las formas afables y las maneras corteses que los caracterizaban y
distinguían, concedióles la preferencia sobre las demás naciones. Si su voluntad hubiese
bastado, de fijo habría hecho cuanto de él dependiera para que el pueblo sobre el cual gober-
naba, adoptara las formas de la civilización de la cual decía ser los franceses los más
genuinos representantes; pero en lugar de echar los cimientos con objeto de levantar sobre
ornamentación, edificó en
ellos el edificio, y ya terminado proceder á su cubierta y el aire
v por consiguiente sin que la construcción tuviera consistencia. Lo natural era, dada
la pretensión de llevar á cabo tales intentos, que hubiese comenzado por establecer escuelas
elementales, en las cuales se hubiese el pueblo educado é instruido: pues nada menos que
esto; comenzó por crear establecimientos de instrucción superior, cortados por el patrón de la
cultura francesa, y envió á París jóvenes felahes, con el objeto de que se instruyeran, y
educaran, y adquirieran los conocimientos científicos indispensables al ingeniero, al médico y
al diplomático. Cierto que no pocos de esos jóvenes hicieron progresos rapidísimos y supe-
riores á los que podían esperarse, dada su completa carencia de conveniente preparación; mas
su saber, rápidamente adquirido y sin descansar sobre la base sólida de los conocimientos
elementales, no pudo sobreponerse á las dificultades que se les ofrecieron en el país en que del
mismo debian hacer aplicación. Hay más aún, la mayor parte de los alumnos más aprove-
chados de la Misión egipcia de París, de regreso á su patria, no sólo desesperaron de su propio
valer, sino que quedaron olvidados, por considerárseles incapaces de servir para cosa alguna,
y se les empleó en servicios que ni remotamente guardaban la más insignificante relación
-con los estudios á que se habían consagrado. Mas á pesar de las numerosas decepciones que
bajo este concepto experimentara Mehemet-Alí, no cejó en su empeño, y al fin pudo alabarse
de haber alcanzado el fin apetecido, por lo ménos en lo que se refiere á la escuela militar.
Más afortunado fué aún en la elección de sus ingenieros de puentes y caminos entre los
cuales merecen especial mención de Cerisy y Sinant de Bellefonds. Lo que hizo el primero
para mejorar las condiciones del puerto de Alejandría,
y el segundo para la construcción de
la vasta red de canales que cruza el país en general y especialmente la comarca de Favoum
basta para que sus nombres sean imperecederos: y si sobre el proyecto de Maugel-bev