Page 432 - Egipto TOMO 2
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TEBAS
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otro tiempo magníficos palacios: los
habitantes de las aldeas que permane-
cieron en medio de las ruinas, miraron
con tal indiferencia los recuerdos del pa-
sado, que quemaron en sus hornos de
cal los más preciosos monumentos; des-
truyeron para convertirlas en muelas
las estatuas , las pilastras y las colum-
nas, y emplearon en sus construcciones
los sillares esculpidos. Y sin embargo,
á pesar de tan inmensa obra de destruc-
ción, que se ha proseguido incesante-
mente durante una prolongada série de
siglos, no existen en el mundo ruinas
que puedan sostener comparación con
las de Tébas: cuando se sube al ele-
vado pileo de Karnak, y desde él se
dirige la mirada hacia el santuario y
sus alrededores, acuden á la memoria
las palabras que Homero pone en boca
del irritado Aquiles. El hijo de Peleo
protesta que nada quiere tener de co-
mún con los atrídas ni en la acción ni
PASTOR EN KARNAK
en el consejo:
«No, áun cuando me dieran riquezas diez, veinte veces mayores
»Que las que posee ahora, y que tal vez espera;
»—Aun cuando me diera las riquezas de Orchomene ó lo que posee Tébas
»La ciudad de Egipto, en la cual son las casas ricas en tesoros!
»Cien puertas tiene, y de ellas por cada una, salen al par doscientos
»Hombres armados para la batalla con sus caballos y sus arneses.»
Las puertas de la ciudad que un centenar contaba, yacen derribadas; mas ha conservado
un gran número de píleos, siendo el mayor de todos éste, desde el cual dirigimos una postiei
mirada sobre el templo de Karnak. Desde él contemplamos el muro de cerca que le íodea,
fabricado con ladrillos hechos de barro del Nilo: penétrase en el interior por medio de cinco
puertas, delante de las cuales se elevan los píleos. Las dos del Sur, se hallaban enlazadas al
templo de Luqsor por hileras de esfinges, y desde la puerta occidental, que nos sirve de
observatorio, partía una via flanqueada también de esfinges (VIH) que conducía á los muelles
del Nilo v á la escalera desde la cual se embarcaban en aparatosos buques, las procesiones
que se dirigían á la necrópolis. A nuestros piés extiéndese el primero de los patios: inmensas