Page 462 - Egipto TOMO 2
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376           DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA
                  comunica un carácter de verosimilitud por demás marcado.  El rio se precipita, rápido y
                  furioso, entre los peñascos que se oponen á su paso, que en una y otra orilla, lo mismo
                 en la líbica que en la arábiga, son de un hermoso asperón amarillo y fino, completamente
                 distinto de las formaciones calcáreas y cretáceas, que hasta el presente hemos tenido ocasión
                 de contemplar en las elevadas laderas que ciñen el valle. Y sin embargo, no hemos dejado
                 de fijarnos en el hecho de que en  la construcción de las partes más importantes de los
                 templos, especialmente las que debian hallarse expuestas directamente á  las  influencias
                 del aire, empleábase, no la calcárea, sino  el asperón, y un asperón por cierto completa-
                 mente idéntico al que vimos á derecha é izquierda del rio, en los bordes de Gebel Silsile.
                 Paseémonos por la ribera líbica y después de haber salvado  el estrecho seno del Nilo,
                 dentro del cual corre con desusado ímpetu, desembarcamos en la orilla izquierda, y trepando
                 de peñasco en peñasco al través de senderos espantosos, alcanzamos la falda de la montaña
                 que limita la orilla arábiga. Aquí pudimos convencernos desde luego de que cada uno de
                 los bloques de asperón de que se ha echado mano en  el país  del mundo más rico en
                 templos, para erigir los más gigantescos de cuantos santuarios se conocen, ha sido cortado,
                 por los canteros de los Faraones, de estas amarillentas colinas, que al presente semejan
                 la vacía  corteza de  las granadas de las  cuales se han arrancado los apretados granos,
                 viéndose todavía al lado de éstas, otras granadas en número prodigioso, á las cuales no ha
                 habido aún quien haya llevado la mano.  El número de aposentos abiertos en las canteras es
                 inmenso, distinguiéndose perfectamente todavía, no obstante los siglos transcurridos,  las
                 marcas que usaban los habilísimos trabajadores, grabadas sobre las lisas paredes de aquellos.
                 Las superficies de las cuales fueron desprendidos los sillares, son tan lisas y unidas, que no
                 parece sino que en aquel tiempo se poseía el secreto de ablandar la roca. Añádase á esto que
                 los instrumentos que se han conservado hasta nuestros dias y por medio de  los cuales
                 podemos formarnos idea del procedimiento empleado por aquellas gentes en tan remotas
                 edades, son todos de bronce y en manera alguna de hierro ó acero, y no se comprenderá
                 cómo se las componían para semejantes labores. De nosotros podemos decir que no damos
                 en  ello,  presumiendo,  sin embargo, que tenían herramientas  é instrumentos de dichos
                 metales, que el paso de los siglos ha destruido más fácilmente que el cobre puro ó mezclado
                 con zinc.
                   La ciudad á la cual pertenecían dichas canteras, llevaba en lo antiguo  el nombre de
                 Ghennu, el vado: hallábase situada sobre la ribera derecha, así como su puerto, en el cual los
                 buques de carga debian acodararse. En  la orilla occidental,  al lado de pequeñas canteras,
                 encontrábase la necrópolis, con algunas siringes y muchos edificios consagrados al servicio de
                 los dioses, pues el estrecho paso era considerado como una puerta, por la cual el rio, que
                 llevaba en Chennu (Silsile)  el nombre de Agua santa, ó Agua pura, penetraba desde la
                 Nubia al Egipto propiamente dicho, motivo por el cual habíanse establecido aquí grandes
                 fiestas en honor del Nilo, depositándose sobre sus altares multitud de variadas ofrendas.
                 Adosadas á  la  orilla  occidental levántanse todavía  tres  estelas,  en  las  cuales diversos
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