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376 DE LA CIUDAD DE AMON A LA CATARATA
comunica un carácter de verosimilitud por demás marcado. El rio se precipita, rápido y
furioso, entre los peñascos que se oponen á su paso, que en una y otra orilla, lo mismo
en la líbica que en la arábiga, son de un hermoso asperón amarillo y fino, completamente
distinto de las formaciones calcáreas y cretáceas, que hasta el presente hemos tenido ocasión
de contemplar en las elevadas laderas que ciñen el valle. Y sin embargo, no hemos dejado
de fijarnos en el hecho de que en la construcción de las partes más importantes de los
templos, especialmente las que debian hallarse expuestas directamente á las influencias
del aire, empleábase, no la calcárea, sino el asperón, y un asperón por cierto completa-
mente idéntico al que vimos á derecha é izquierda del rio, en los bordes de Gebel Silsile.
Paseémonos por la ribera líbica y después de haber salvado el estrecho seno del Nilo,
dentro del cual corre con desusado ímpetu, desembarcamos en la orilla izquierda, y trepando
de peñasco en peñasco al través de senderos espantosos, alcanzamos la falda de la montaña
que limita la orilla arábiga. Aquí pudimos convencernos desde luego de que cada uno de
los bloques de asperón de que se ha echado mano en el país del mundo más rico en
templos, para erigir los más gigantescos de cuantos santuarios se conocen, ha sido cortado,
por los canteros de los Faraones, de estas amarillentas colinas, que al presente semejan
la vacía corteza de las granadas de las cuales se han arrancado los apretados granos,
viéndose todavía al lado de éstas, otras granadas en número prodigioso, á las cuales no ha
habido aún quien haya llevado la mano. El número de aposentos abiertos en las canteras es
inmenso, distinguiéndose perfectamente todavía, no obstante los siglos transcurridos, las
marcas que usaban los habilísimos trabajadores, grabadas sobre las lisas paredes de aquellos.
Las superficies de las cuales fueron desprendidos los sillares, son tan lisas y unidas, que no
parece sino que en aquel tiempo se poseía el secreto de ablandar la roca. Añádase á esto que
los instrumentos que se han conservado hasta nuestros dias y por medio de los cuales
podemos formarnos idea del procedimiento empleado por aquellas gentes en tan remotas
edades, son todos de bronce y en manera alguna de hierro ó acero, y no se comprenderá
cómo se las componían para semejantes labores. De nosotros podemos decir que no damos
en ello, presumiendo, sin embargo, que tenían herramientas é instrumentos de dichos
metales, que el paso de los siglos ha destruido más fácilmente que el cobre puro ó mezclado
con zinc.
La ciudad á la cual pertenecían dichas canteras, llevaba en lo antiguo el nombre de
Ghennu, el vado: hallábase situada sobre la ribera derecha, así como su puerto, en el cual los
buques de carga debian acodararse. En la orilla occidental, al lado de pequeñas canteras,
encontrábase la necrópolis, con algunas siringes y muchos edificios consagrados al servicio de
los dioses, pues el estrecho paso era considerado como una puerta, por la cual el rio, que
llevaba en Chennu (Silsile) el nombre de Agua santa, ó Agua pura, penetraba desde la
Nubia al Egipto propiamente dicho, motivo por el cual habíanse establecido aquí grandes
fiestas en honor del Nilo, depositándose sobre sus altares multitud de variadas ofrendas.
Adosadas á la orilla occidental levántanse todavía tres estelas, en las cuales diversos