Page 98 - Egipto TOMO 2
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EL CAIRO
                                LA VIDA DEL PUEBLO


                                                     anos juzgaríamos cuantos es-
                                                     fuerzos hiciéramos para que
                                                     comprendiera el lector lo que
                                                     en  el presente  capítulo nos
                                                     proponemos, sin seguir á  la
                                                     letra la norma que se consig-
                                                     na en las siguientes palabras:
                                           ¿Queréis conocer á fondo  el carácter de un
                                           pueblo? Asociaos á sus regocijos; observadle
                                           durante sus diversiones; estudiadlo en su vida
                                           pública y en su vida privada, en sus dias de
                                           júbilo y en sus horas de tristeza. Es el con-
                                           sejo tan sensato, que en nuestro concepto no
                                           deberían olvidarlo un solo momento los que
                                           estudian la vida popular, con  el propósito de
                                           describir la especial manera de ser y las rela-
                                           ciones  sociales de  los pueblos de Oriente;
                                           sobre todo teniendo en cuenta que el extran-
                                           jero, por lo mismo que profesa distinta reli-
                                           gión, difícilmente tiene acceso en el interior de
                                           la casa, y por lo mismo ménos aún en el seno
                                           de la familia. Durante los regocijos públicos
                                           la calle se convierte,  si así podemos decirlo,
              en verdadera sala de fiesta y por lo tanto la vida íntima de la casa oriental se traslada en
              cierto modo al exterior. Para tomar parte en ella y sacar de la misma el apetecido provecho
              no se requiere título alguno; basta con tener ojos para ver, oidos para escuchar y piés robustos
                   EGIPTO, TOMO  II.
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