Page 99 - Egipto TOMO 2
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EL CAIRO
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para tenerse en pié. Algo más se necesita para penetrar en la casa; pues ante todo es indis-
luego establecer con ellos relaciones de intimidad, cosa
pensable vivir entre los indígenas, y
que sólo acontece, por punto general, á aquellos que comparten su existencia, sea como supe-
riores, sea como colaboradores, y se hallan iniciados en su lenguaje y en sus costumbres.
Nuestro guia, que es un sabio aleman de Hildesheim, el doctor Spitta, reúne en su persona to-
das estas condiciones; pues además de vivir de muchos años acá en la ciudad de los califas, es
bibliotecario del jetife, y en este concepto conserva y clasifica con auxilio de sus subordinados
las obras impresas de la biblioteca de Daib el—Gamamiz,
árabes, los tesoros manuscritos y
prestando con ello á la ciencia servicios punto ménos que inapieciables. Dejándonos, pues,
conducir por persona tan competente, examinaremos la casa árabe, y después procuraremos
asociarnos á los regocijos públicos de los can otas.
tomar parte en las fiestas de familia, y
No nos haremos conducir á ninguno de esos palacios de los mamelucos de los tiempos
pasados, que en otro lugar dejamos descritos, sino á la
casa de un acomodado comerciante árabe. Llegamos á
desde luego llama poderosamente nuestra aten-
ella, y
ción la extraordinaria sencillez, por no decir pobreza,
que ofrece la fachada. En el piso inferior nada de
aberturas: cuando más escasos tragaluces sólidamente
enrejados, y en el superior los perdurables mashre-
bijehs. La puerta estrecha y de menguada elevación
hállase cerrada sólidamente, y cuando se abre, no puede
verse á través de la misma nada más que un corredor
ó pasadizo sin importancia, y el chiribitil en que aloja
el portero, hombre de más que mediana edad, pero de
una fidelidad á toda prueba, que no se separa ni un
instante de su puesto, junto á la puerta de entrada, y
que de noche descansa en su zaquizamí echado sobre
un lecho de hoja de palmera. Toda precaución se juzga
poca para evitar que penetren en el interior las miradas
de los transeúntes, diligencia que se explica, teniendo
en cuenta que el árabe hace de su morada un santuario
que custodia con la más exquisita solicitud y por más
EL POZO EN UNA CASA