Page 101 - Egipto TOMO 2
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EL CAIRO
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                                           patio, que rodeaban ligeras banquetas, que tenia
                                           el cielo por techumbre, y que en algunas casas
                                           adornan elegantes plantas. En  él ocupábase en
                                           sacar agua del pozo uno de los criados: por cierto
                                           que distaba no poco de ser pura y cristalina mas
                                                                      ;
                                           según supimos, empleábase exclusivamente para
                                           la limpieza doméstica. Sin decirle palabra, segui-
                                           mos adelante, ya que nuestro objeto era hablar
                                           con el amo de la casa. Acontecia esto en verano
                                           y de aquí que se nos condujera á una sala espa-
                                           ciosa,  cuyo  techo  sostenian  varias columnas;
                                           cuyas aberturas miraban  al norte, y á la cual
                                           llegamos después de haber subido por una esca-
                                           lera de  varios peldaños. Ya en  ella tomamos
                                           asiento en un muelle divan; pero  apénas nos
                                           habíamos acomodado en él, cuando se nos pre-
                                           sentó un eunuco joven, que con expresivo ademan
                                           nos invitó á  seguirle á la mandara, que es el
                                           aposento en que  vive  el amo y  recibe  á sus
                                           amigos y relaciones. — Hállase generalmente si-
                                           tuada dicha habitación en  el piso principal;  á
                                           veces también en  el piso bajo, y nuestro guia,
                                           después de habernos introducido,  descalzónos,
                                           pues es una falta de aseo, peculiar de los francos,
                                           la de manchar  el aljojifado suelo de las habita-
                                           ciones, con el polvo cogido en la calle. Al saludo
                                           del dueño de  la casa correspondimos llevando
                                           nuestra diestra á la frente, á la boca  y al pecho,
                                           con lo cual, simbólicamente, quisimos asegurarle
                                           que á él pertenecían nuestro pensamiento, nues-
                                           tras palabras y nuestros sentimientos.  El apo-
                                           sento donde nos encontrábamos estaba  luj osa-
                                           mente amueblado, y reunia todas las condiciones
                                           indispensables para los fines que debía llenar.
                                            Fresco y espacioso, veíase en el fondo un deli-
                                           cioso estrado que parecía construido á propósito
                                           para una conversación confidencial. La mitad del
                                           suelo es algo más baja que la restante, hallándose
                     PLANO DE UNA CASA ÁRABE EN EL CAIRO  cubierta de un lindísimo mosaico de mármoles,
                                                                        y
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