Page 138 - El manuscrito Carmesi
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Antonio Gala Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/ El manuscrito carmesí
Yo lo sueño todavía, no os digo más. Porque es que a mí me quería mucho. Y yo a él.
Allí se quedó despachurrado. Y la condesa, como muerta, sin poder apartar los ojos de
aquel barullo de sangre y ropa.
Muerta también. Bueno, ella no, pero tan blanca y tan quieta como si lo estuviera. Qué
falta de respeto al Santo Sacramento... Y todo porque son como los bárbaros.
La gente del Norte, ya se sabe.
Ni Castilla la Vieja, ni Castilla la Nueva: iguales. En los pueblos, todos iguales. Por eso
yo me vine de rapaz a Andalucía, donde las cosas son distintas. Mi condestable, que era un
ángel, lo repetía a cada instante: ‘La gente baja desde Burgos y Palencia como a bodas de
rey. Aunque sólo sea para sacudirse el frío y el hambre.
Esto es el Paraíso terrenal.’
Eso decía el pobre: anda que...
Era un ángel del cielo. Su alteza ya sabrá lo que son los ángeles, porque en su religión
también los hay, ¿no? Las religiones, en el fondo, son todas semejantes. Como las
personas. Como las personas, no, porque algunas son muchísimo peores... ¡Un ángel!
¿Puede creer su alteza que durmió, sin tocarla, muchísimas noches con su esposa hasta
que los velaron? Como él decía: ‘Ya, ya habrá tiempo de velar, y sobrará.’ Y es que en
Castilla todo se vuelve hablar de bujarrones. Que no entienden a alguien, o que alguien es
más delicado o más artista, bujarrón; que alguien se sitúa más arriba y lo quieren apear,
bujarrón. Ya me aclarará su alteza, si es que puede, a qué viene todo ese rebumbio... La
nuestra es, cómo decirlo, una época irritable; igual que una mujer encinta. Están pasando
cosas que no habían pasado nunca.
Hay ansias y palpitaciones por los aires... A don Juan II, el padre del rey Enrique Iv y
de doña Isabel, ya le motejaron de “amador de toda gentileza”. Yo no digo que no fuese el
amante de don Álvaro de Luna, pero tampoco digo que lo fuese. Desde luego, a gritos lo
cantaron las “Coplas del Provincial” y de “Mingo Revulgo”.
Claro que cantaron todo de todos, porque hay que ver... Y siendo el rey Enrique
adolescente, el marqués de Villena se lo acostaba consigo. ¿No era su ayo? Cosa más
natural... Las costumbres árabes (que su alteza me sepa disculpar, que yo estoy muy de
acuerdo) estaban imbricadas (¿o no se dice así?) en la corte, entre la gente alta sobre todo.
Y no era escandaloso... No sé yo si las costumbres ésas serían costumbres árabes: eso se
dice siempre que no se quiere dar la cara, o siempre que se quiere dar otra cosa... El
resultado es que ahora, por lo que uno oye, todo está lleno de hijos ilegítimos, y de maridos
impotentes, y de bujarrones. ¿A qué vendrá tanta simulación y tanta hipocresía? ¿No han
cambiado la gente y las costumbres? Pues más van a cambiar, como decía el condestable.
Eso lo he visto yo entre los señores de la frontera, que hay que ponerse las manos delante
de los ojos para no ver lo que hacen. ¿Para qué tantas muecas y visajes, en lugar de
aceptar con alegría las cosas como son? Porque las cosas son todas naturales. Por eso yo,
Andalucía.
Yo soy igualito que si hubiese nacido aquí de una estirpe de aquí; tanto, que me afean
tener costumbres árabes. ¿Llevarán razón, alteza? Yo me perfumo, yo me lavo, yo me río,
yo vivo... Al rey Enrique le llamaban “el Impotente”.
Impotente, ¿con quién?, como decía el condestable. Sería con la reina; porque lo que
es con Gómez de Cáceres, o con Francisco Valdés, o con Beltrán de la Cueva...
Bueno, es que por ése, al que tituló duque, hizo de todo; hasta el ridículo. Por él fundó
San Jerónimo del Paso en Madrid; por lo lindo y lo intrépido que estuvo un día cazando osos
en semejante sitio. Loco hay que estar. Y lo entroncó con los Mendoza, y lo levantó hasta
las sangres más empingorotadas. Pero él lo traicionaba cada vez que quería.
No digo más que no tomó el partido de “la Beltraneja”; fuese su hija o no, lo debió
tomar aunque no hubiera sido más que por el nombre.
Dicen que entraba al palacio de noche porque se enamoró de la reina. A otro perro
con ese hueso; de noche todos los gatos son pardos. Fue un piojo resucitado, que rebosaba
alhajas hasta por los zapatos. Y con mi condestable no se llevaba bien. Pero lo del rey yo lo
veo natural. Le complacían la música y la caza, y le complacían sus compañeros de música
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