Page 92 - El manuscrito Carmesi
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Antonio Gala Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/ El manuscrito carmesí
consultaba de cuando en cuando, y por entonces les daba la razón sobre algún extremo: por
ejemplo, el de que, al tener Venus en Virgo, mi unión amorosa se realizaría con alguien de
condición social inferior; aunque me preguntaba, con desconsuelo, a qué llamaron “unión”
los astrólogos, y a quién calificaron de “inferior”.
En efecto, por mi ascendente en Tauro, los estrelleros habían certificado el fracaso,
debido tanto a mi falta de aptitudes y de adaptación a las nuevas ideas como a una
obstinación no adecuada a mis capacidades. Y habían profetizado otros muchos desastres:
por el Sol en cuadratura con Saturno, el enfrentamiento con cualquier autoridad, y en
especial con la paterna, contra la que se anunciaba mi rebeldía, confirmada por la situación
de Marte en Virgo; por la Luna en Géminis, interminables indecisiones perniciosas, que
acabarían con la pérdida del Reino, ratificada por la estancia de Marte en la Casa V y por la
de Júpiter en la Casa VIII, que prevén además el acabamiento y la muerte muy lejos del
lugar en que se nace.
El signo de Saturno me era adverso, ya que, en Acuario, manifestaba reveses
irremediables y, en la Casa X, una ineludible caída; mientras que, al entrar en conjunción
con el Medio Cielo, advertía, de modo categórico, enemistad dentro de la propia familia, una
mala ventura contra la que serían vanas todas las precauciones, y una decadencia que
acarrearía el mayor duelo.
Entre la alarma y la incredulidad, yo había leído a mi vez tales cartas astrales, y estaba
de acuerdo con ellas en que mi vida habría de navegar siempre entre procelosas
incertidumbres, desde la decepción a la traición, de suerte que lo mejor para mí (y así me lo
sugería Marte en semicuadratura con Neptuno, por emplear el lenguaje de los astros, que
sólo confirmaban lo evidente) era permanecer aislado, puesto que de los demás ya saltaba
a la vista que nada bueno podía recibir.
Mi padre, manejado por Soraya, creyó en lo que antes descreía, o fingió creer por no
contradecirla.
Y, para suplir su debilidad con puntales superiores e imposibles de rebatir, pues no
eran racionales ni palpables, se rindió a los oráculos y a las agorerías. El ser humano,
cuando trata de justificar decisiones erróneas, acostumbra acudir a argumentos de tejas
para arriba implorando con ello el auxilio de sus divinidades; de ahí que las religiones y las
ciencias hayan acabado por convertirse en una rentable prostitución de lo que fueron.
Cuando mi padre dejó de confiar en sí mismo, dio palos de ciego procurándose apoyaturas
esotéricas, y se redujo a la violencia, huyendo hacia delante en un desesperado itinerario sin
futuro.
Por todas estas razones yo suponía que iba a sonar mi hora, y en el peor momento.
Por su parte, mi madre no se resignó a esperar pasivamente los sucesos previstos,
sino que suscitaba los contrarios. Confió en un miembro de una alta familia granadina, Aben
Comisa, y lo opuso a Abul Kasim Benegas, pintándolo a los ojos del pueblo como un
compendio de desinterés, de lealtad y de virtudes. Por medio de él solicitó, con sigilo y
ardides, la intervención de los abencerrajes, que acechaban tras de la puerta los avatares
del Reino.
Algunos de ellos, convertidos al cristianismo, tenían también sus móviles secretos —
¿quién engañaba a quién?—: aspiraban a fundar un dominio en que la importancia de la
religión se diluyese poco a poco, y que se transformase en una región de Castilla, con una
administración más o menos peculiar, para que, a la vuelta de unos años, se hubiese
producido la total incorporación de una forma insensible.
áEsta idea no era en absoluto contraria al procedimiento que los primeros
musulmanes habían utilizado para penetrar —a través de la cultura y las formas de vida, no
a través de las armas— en la Hispania de los godos; pero ahora el recorrido era el inverso—
A pesar de hacer oídos sordos al plan de los abencerrajes, y simulando ignorarlo para
obtener su alianza, mi madre era muy consciente de cuánto importa la religión en los días
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