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          36          OBRAS DE SELGAS.

          pero qué diferencia  ! Surgía entre ellos la misma
              ]
          distancia que hay  entre  el bullicio  del mundo
          y la soledad del sepulcro. Eran un hombre y un
          cadáver:  el primero vivía; el segundo se sobre-
          vivía. En  la geometría hemos encontrado  el
          único punto de semejanza exterior que los acer-
          caba  , y sin salir de la ciencia de las cantidades,
          podemos hallar la diferencia interior que los ale-
          jaba. Eran, uno la fantasía del álgebra y el otro
                                        ,
          la precisión de la aritmética.
            Se contemplaban mutuamente guardando en-
          trambos un profundo  silencio.  Elias, absorto,
          porque nunca la figura de su administrador le
          había parecido más cadavérica  , y  se creía en
          presencia de un espectro; el espectro, porque era
          de suyo sombrío y silencioso.
            Ai fin Elias le señaló una magnífica butaca de
          terciopelo de Utrecht, y  el espectro se sentó,
          como obedeciendo á  la presión de un resorte y
                                              ,
          haciendo  crujir sus huesos al sentarse. Después
          le presentó la carta del Banquero, y el adminis-
          trador alargó  su brazo descamado y la cogió
          con dos dedos, lo mismo que hubiera podido co-
          gerla con unas tenazas.
           La leyó con semblante impasible  , y  , después
          de leída, arqueó las cejas en señal de muda ad-
          miración  , diciendo con voz sepulcral
           — Exacto.
           — Bien  (añadió Elias  , mirando con  indife-
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