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MUNDO  , DEMONIO Y CARNE.  }J

        rencia las molduras del techo). Hay que facilitar
        la nota que se pide.
          — La nota (murmuró). Es inútil.
          —  ¡ Inútil!.... ¿Por qué?
          — Porque  la liquidación no arroja más que
        ceros.
          —  ; Ceros  !  . — exclamó, clavando  sus  ar-
                    .
                    .
                   .
        dientes miradas en  las cuencas vacías del  es-
        pectro.
         — Ceros — repitió éste como un eco.
                ,
          — Es decir (preguntó): ¿estoy arruinado?
          — Exacto — le contestó añadiendo un pliegue
                 ,
                             ,
        más al fruncimiento habitual de su boca.
          Elias se puso de pie, y dió un paso hacia  su
        administrador con todo  el aire de una tempes-
        tad; pero se detuvo, y cruzando los brazos, dijo:
          — Y bien. ¿Podré yo saber cómo hasidoesto?
          La respuesta  del administrador fué extender
        sobre la mesa una liquidación empedrada de nú-
        meros  , que aparecían encerrados en casillas  , y
        formados en columnas.
          A los ojos de Elias el cuadro de aquella liqui-
        dación tomó inmediatamente formas fantásticas.
        Cada una de las cifras que tenía delante repre"
        sentaba restos mortales de cantidades muertas;
        cada guarismo era un cadáver que se levantaba
        como evocado por un conjuro; cada casilla un
        nicho  ; los guarismos se convertían en letras  , y
        las letras formaban epitafios  : «Aquí yacen treinta
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