Page 45 - Cómo no escribir una novela
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—Pero eso es una locura —protestó Mary—. Hasta ahora la única pista
               que teníamos era una pierna de cordero congelada.



          Algunos libros acaban con una larga explicación de los enigmas de la trama que es más
          compleja y elaborada que la historia que nos ha llevado a ese final. Este problema es

          muy frecuente en las novelas de asesinatos, pero incluso en las novelas románticas el
          frío comportamiento del héroe se explica por una subtrama condensada que se extiende

          durante cuatro generaciones y tres guerras.
               Por favor, haz que esas sorprendentes explicaciones para aclarar un misterio sean lo
          suficientemente sencillas a fin de que la más absoluta confusión no anule el placer de la
          lectura.  Intenta  también  dar  esa  explicación  desde  el  principio  del  libro,

          proporcionando datos a medida que avanza la trama.
               Y nunca te olvides de que, en vez de todo esto, puedes limitarte a escribir una sola e

          impublicable novela con esa sorprendente explicación final.






                                                                                    ¡Y un sermón de regalo!

                                                                Cuando el autor nos cuenta lo que nos ha
                                                                       venido contando a lo largo del libro



               Sí, reflexionó Jack, aquello era el final. Y se quedó contemplando a la otrora
               floreciente metrópoli desde lo más alto de los restos retorcidos y humeantes
               de la Torre Ergohidráulica. Muy por debajo de él vio movimiento entre los
               escombros. A través de toda la ciudad los niños salían a gatas de los sótanos

               y de los refugios contra las bombas, caminando y parpadeando ante la luz
               del sol; salían de las cámaras acorazadas de los bancos y de las cámaras

               frigoríficas de los mataderos que los habían protegido de lo peor.
                   No, pensó Jack, el hombre no estaba destinado a combinar la ergonomía
               y la hidráulica a menos que hubiera una competente regulación estatal, y
               ése era el resultado. Pero él había aprendido la lección. Bastaba con mirar

               allí, con mirar a esos niños. Eran la prueba de que el espíritu humano era
               indomable. Alzó su puño y lo agitó a los cielos mientras pensaba: «Sí, tú

               impediste  el  final,  esa  catástrofe  que  nos  hubiera  condenado  a  todos
               nosotros, pero —y entonces señaló a los niños que por toda la ciudad ya
               estaban jugando a la comba, al pilla pilla, a perseguir a los gatos— éste es el

               espíritu que nos permitirá seguir adelante, reconstruirlo todo de nuevo, más
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