Page 12 - Sentido Común
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Sentido Común: Entrevista Especial

                  SCOTT KELLY

                  El astronauta Scott Kelly, una joya para
                  la  ciencia,  regresó  a  la  Tierra  tras  340
                  días    en     la    Estación    Espacial
                  Internacional  como  sujeto  de  un
                  estudio de la NASA. Sus datos nos darán
                  pistas  para  ir  a  Marte,  pero  también
                  sobre cómo envejecemos.

                  Sentir el agua de la ducha, ver pasar un
                  perro  y  dejar  descansar  el  peso  del
                  cuerpo sobre una silla. Eso es lo que se
                  echa de menos cuando se vive un año
                  en  el  espacio,  sin  gravedad  y  a  400
                  kilómetros sobre las cabezas terrestres.
                  Eso  y  el  espontáneo  canto  de  un
                  pájaro,  el  olor  de  las  verduras  recién
                  cortadas,  y  claro,  el  contacto  con  la
                  familia  y  los  amigos.  Así  lo  cuenta  el
                  astronauta de la NASA Scott Kelly en su
                  libro Resistencia, publicado en España
                  por Debate. Con ayuda de la escritora
                  Margaret Lazarus Dean, condensó en él
                  –salpicándola con su biografía– la experiencia de pasar 340 días en la Estación
                  Espacial  Internacional  (EEI),  ese  gran  laboratorio  metálico  flanqueado  por
                  paneles solares que completa una vuelta a nuestro planeta cada 90 minutos.

                  El único hábitat humano más allá de la atmósfera. En él, astronautas de Europa,
                  Canadá, Japón y Estados Unidos experimentan la vida sin gravedad. Tanto para
                  avanzar en campos científicos en los que esa variable es importante, como para
                  ir  entrenando  hacia  misiones  de  más  altas  miras.  La  primera  de  la  lista:  la
                  conquista de Marte. Las estancias habituales van de los dos a los seis meses y el
                  propio Kelly ya había realizado una de cinco entre 2010 y 2011.

                             “El espacio huele a metal quemado y bengalas, mientras la
                           Estación Espacial desprende siempre olor a coche nuevo. Aún
                                 más intenso, porque las partículas flotan en el aire”

                  Lo que colocó a Scott Kelly en semejante situación fue su sentido del deber.
                  “Hace tiempo que decidí que aceptaría cualquier reto que me propusieran”,
                  escribe.  Aunque  no  a  la  primera.  En  ese  caso  habría  preferido  el  puesto  de
                  astronauta jefe, al que se postuló en la misma época. Pero su agencia eligió
                  enviarle a la EEI y lo  admitió. Su recorrido hasta allí no había sido el de una
                  vocación clara y temprana.







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