Page 7 - revista discurso narativo
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nosotros siendo niños nos asomábamos desde un balcón a observar como los creyentes
                  se adentraban silenciosamente en tal ambiente, lo recuerdo tanto que ese cuadro que
                  usted ve allí estaba colgado en la pared.  Doña Gume era el ente, ella lograba hacer
                  milagros, a una hermanita mía la curó del hígado cuando ya los médicos habían dicho que

                  no tenía cura, luego al parecer a doña Gume los poderes se le perdieron pues caso con
                  un jovencito y aunque al principio así uno le rogara para que recibiera dinero, nunca lo
                  aceptaba.

                       Mi madre era tan preocupada de sus negocios espiritistas que se olvidó de nosotros

                  sus hijos, crecimos con dificultad.  Los hombres se iban a estudiar a Nueva Orleans
                  donde solo iban jovencitos millonarios a pasar el rato porque al parecer estudiar allí, era
                  una moda, pero a nosotras las mujeres nos enseñaron que debíamos crecer habiendo
                  aprendido a tocar el piano y la puerta, mi madre en su intento porque creciéramos bien,
                  contrato una maestra que nos daba clases en el sótano donde solo nos tocaba leer un
                  almanaque  y  una  cartilla,  nosotros  cansados  de  lo  mismo  por  diversión  le  hacíamos

                  descaradamente maldades, recuerdo que se llama Otilia y la apodamos Miss Oti.

                       A veces me pongo a pensar que luego que mi padre muriera, mi madre enloqueció
                  porque tapo los espejos con un paño negro que solo causaban tristeza al verlos, además
                  contrato a un escultor europeo para que hiciera en su tumba un ángel de su tamaño que
                  de hecho no es muy grande, que, hacia un gesto de silencio, ninguno como el en el panteón.

                  Mi madre se interesaba tanto por el mundo espiritual que en las noches nos despertaba
                  para mostrarnos como espíritus se manifestaban en luces de colores que según ella, por
                  el  color  diferenciaba  si  eran  buenos  o  malos,  el  hecho  es  que  nosotros  nos  íbamos
                  siguiéndolos en caravana como si se tratara de una fiesta aquellas noches, mi tía Emilia

                  furiosa con nosotros porque le espantábamos el sueño, pobre de ella que por su tamaño
                  debía dormir sentada en una mecedora porque la ahogaba el calor, era tan tremenda que
                  caso tres veces y sus tres conyugues murieron, el último de ellos casi se suicida antes
                  de pedir la mano de mi tía, este hombre llamado Toribio Pérez era bastante habilidoso
                  para derrochar el dinero sin embargo mi tía quedo aun con mucho dinero, viviendo en
                  nuestra casa y con un loro que hablaba con un acento un tanto extraño.


                       En medio de este ambiente espiritual, los espíritus se mostraron dadivosos, pues nos
                  permitieron presenciar fenómenos, en una ocasión vimos un gorila tocando la Quinta
                  Sinfonía de Beethoven entre tinieblas y un fuerte olor a azufre, no sabíamos si era
                  cierto  o  producto  de  nuestra  imaginación,  de  igual  forma,  desde  ese  momento  no
                  volvimos a dormir solos ni a estar a oscuras.  Un día cualquiera, un espíritu le mostro a

                  mi  mama  que  bajo  la  mesa  del  comedor  había  enterrado  un  tesoro,  contratamos  un








                                                                                                            marzo 2017 / 7
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