Page 272 - Fantasmas
P. 272
FANTASMAS
de domingo y se encontraron durmiendo sobre lechos de abe-
dul que parecían brotar directamente del suelo de sus dormito-
rios, y en las piscinas de los jardines las cicutas de agua flotaban
y agitaban sus ramas. El fenómeno se extendió a un centro co-
mercial cercano. La planta baja de Sears se Henó de maleza y las
faldas a mitad de precio colgaban de las ramas de arces norue-
gos, mientras en el mostrador del departamento de joyería una
bandada de golondrinas picoteaba las perlas y cadenas de oro.
De alguna manera resulta más sencillo imaginar el fan-
tasma de un árbol que el fantasma de un hombre. Un árbol
puede seguir en pie cien años, nutriéndose de rayos del sol y
succionando la humedad de la tierra, extrayendo, incansable,
su alimento del suelo, como se saca el agua con un bote de
un pozo sin fondo. Las raíces de un árbol talado siguen be-
biendo meses después de haber muerto, pues están tan acos-
tumbradas a ello que lo han convertido en un hábito al que no
pueden renunciar. Algo que no es consciente de estar vivo
no puede, obviamente, saber que ha muerto.
Después de que te marcharas —no inmediatamente, sino
cuando terminó el verano— talé el aliso bajo el que solíamos
leer, sentados en la manta de picnic de tu madre; el aliso bajo el
que nos quedábamos dormidos escuchando el zumbido de las
abejas. Era viejo, estaba podrido e infestado de insectos, aun-
que cada primavera le seguían brotando nuevos retoños de
las ramas. Me dije a mí mismo que no quería que el viento lo
hiciera desplomarse sobre la casa, aunque ni siquiera estaba in-
clinado en esa dirección. Pero ahora, a veces, cuando estoy allí
fuera, en el jardín, el viento crece y aúlla desgarrando mis ro-
pas. ¿Qué será lo que grita con él, me pregunto?
270