Page 275 - Fantasmas
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Joe  HiLL



    rigidez de cuello  después  de dormir  en  una  mala postura  o  el
    aire frío que penetraba por los agujeros  de su  camisa.
          En una  estacion,  en  Lima,  un  agente  de ferrocarril  había
    encontrado  a Killian  y Gage dormitando  bajo la manta  que
    compartían  escondidos  en  un  cobertizo.  Los  despertó  a pata-
    das y les mandó  que se largaran.  Como  no  se dieron toda la pri-
    sa  que  debían,  el poli golpeó  a Gage en  la cabeza  con  su  ma-
    cana  haciéndole  caer  de  rodillas.  Durante  los  dos  días
    siguientes,  cuando  Gage se  despertaba por la mañana  le decía
    a Killian  que veía doble.  Aquello le parecía divertido  y se  que-
    daba  sentado  moviendo  la cabeza  de un  lado  a otro  y riendo
    mientras  todo  a su  alrededor  se multiplicaba por dos. Tenía que
    pestañear  mucho  y frotarse  los ojos antes  de que se  le aclarara
    la visión.  Más  tarde, tres  días después  de lo ocurrido  en  Lima,
    Gage empezó a caerse.  Iban caminando  juntos y Killian  se  da-
    ba cuenta  de pronto  de que estaba  solo, y al volver la vista atrás
    encontraba  a Gage sentado  en  el suelo, con  la cara  lívida y asus-
    tada.  Se detuvieron  en un  paraje desierto  para descansar  el res-
    to  del día, pero  fue un  error.  Killian  no  debería  haberlo  per-
    mitido  y en  lugar de ello tendría  que haber llevado  a Gage a un
    médico.  Al día siguiente  Gage amaneció  muerto,  con  los ojos
    abiertos  y expresión  sorprendida,  junto al lecho  del arroyo.
         Más  tarde, en  los fuegos de campamento,  Killian  oyó ha-
    blar a otros  hombres  de un  agente  de ferrocarriles  llamado  Li-
    ma  Slim.  Por sus  descripciones  dedujo  que se  trataba  del mis-
    mo  hombre  que había  golpeado  a Gage.  Lima  Slim a menudo
    disparaba a los intrusos  y en una  ocasión  había obligado a unos
    hombres a  saltar de un  tren  que circulaba  a ochenta kilómetros
    por hora a punta  de pistola.  Lima  Slim  era  famoso  por las co-
    sas  que había hecho,  al menos  entre  los vagabundos.
         Era  el mes  de octubre,  o  noviembre  tal vez  —Killian  lo
    ignoraba—,  y en los bosques junto a  las vías del tren  había una
    alfombra  de hojas muertas  del color del óxido  y de la mante-




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