Page 269 - Fantasmas
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Joe  HiLL



           —N i siquiera miró.  Fue directa  al coche.  Por dios, ¿qué
     se  supone  que tenía  que hacer yo?
           El padre no  le escuchaba.  Estaba  en  la calle, arrodillado
     y sujetando  a su  mujer entre  sus  brazos.  El niño  seguía en  el
     guardarropa,  con  el chaquetón  a medio poner y mirando  hacia
     la calle.  Una vena  hinchada  le latía con  fuerza  en  la frente.
           —¡Doctor!  —gritó el padre—.  ¡Doctor, por favor!  —re-
     pitió mirando  a Alinger.
           Éste se  detuvo  para  coger  su  abrigo de la percha donde
     estaba  colgado.  Era marzo,  hacía viento  y no  quería coger  un
     resfriado.  Desde  luego no  había  llegado a los ochenta  años  de
     edad siendo  descuidado  o haciendo  las cosas  de forma  apresu-
     rada.  Le dio al niño  unos  golpecitos  en  la cabeza  al pasar jun-
     to a él, pero  no  había llegado a la mitad  de los escalones  cuan-
     do éste le llamó.
           —Doctor  —balbuceó  el niño.  Y Alinger se  volvió  para
     mirarlo.
           El niño  le alargó su  maletín,  todavía  abierto.
           —Su  maletín  —dijo  el niño—.  Puede  que  necesite  algo
     de dentro.
           Alinger  sonrió,  afectuoso,  subió  de nuevo  las escaleras
     y cogió el maletín  que los fríos  dedos  del niño  sujetaban.
           —Gracias.  Sí, es  posible que necesite  algo.























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