Page 264 - Fantasmas
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FANTASMAS



                 —Sí —dijo Alinger—.  Las personas llevan  coleccionan-
           do últimos  alientos  desde  que  existe  la maquinaria  necesaria
           para hacerlo.  Admito  que pagué doce mil dólares  por éste.  Me
           la ofreció  el bisnieto  del médico  que lo vio morir.
                 La mujer rompió de nuevo a reír.  Alinger, paciente, pro-
           siguió su  explicación.
                 —Les  puede parecer  una  cantidad  excesiva  pero  a mí me
           pareció  una  ganga.  Hace  poco,  en  París,  Scrimm  pagó el tri-
           ple por el último  aliento  de Enrico  Caruso.
                 El padre pasó los dedos  por  el muertoscopio  pegado  al
           recipiente  identificado  como  Poe.
                 —Algunos  silencios  parecen  resonar  con  sentimientos
           —dijo Alinger—.  Prácticamente  se  puede sentir  cómo  tratan
           de articular una  idea.  Muchos  de quienes han escuchado  la úl-
           tima respiración  de Poe tienen  la sensación,  al cabo de un  rato,
           de haber  oído una  palabra no  dicha,  la expresión  de un  deseo
           muy particular.  Escuche  y pruebe si lo percibe usted  también.
                 El padre se  agachó y cogió los auriculares.
                 —Esto  es  ridículo  —dijo la madre.
                 El padre escuchaba  con  atención  y su  hijo se  colocó  a su
           lado, pegando  el cuerpo  contra  su  pierna.
                 —¿Puedo  escuchar yo, papá? —preguntó—.  ¿Puedo pro-
           bar yo?
                 —Chss  —chistó  el padre.
                 Permanecieron  todos  en  silencio  salvo la mujer, que mur-
           muraba  para  sí con  expresión  de agitado desconcierto.
                 —Whisky —dijo el padre en voz  imperceptible,  sólo mo-
           viendo  los labios.
                 —Dé  la vuelta  a la tarjeta con  el nombre  —dijo Alinger.
                 El padre levantó  la tarjeta de marfil que tenía escrito  «POE»
           en  uno  de los lados.  En el otro  se  leía «WHISKY».
                 Se quitó los auriculares  y miró  el frasco  de cristal con  ex-
           presión solemne.




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