Page 261 - Fantasmas
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Joe  HiLL



     mo  un  teatro  justo antes  de que  suba el telón.  Las vitrinas,  en
     cambio,  estaban  iluminadas  desde arriba por focos  encastrados
     en  el techo.  Expuéstas  en  mesas  y pedestales  había lo que pa-
     recían  ser  probetas  de cristal  vacías,  tan  pulidas  que  brillaban
     como  bombillas  y acentuaban  la oscuridad  que las rodeaba.
           Cada probeta tenía  adherido  lo que parecía  ser  un  este-
     toscopio con  el diafragma directamente  fijado al cristal con  cin-
     ta adhesiva.  Lós  auriculares  parecían  esperar  a que alguien los
     cogiera y escuchara  a través  de ellos.  El niño  encabezó  la mar-
     cha seguido  de sus  padres y de Alinger.  Se detuvieron  ante  la
     primera pieza expuesta,  un  recipiente  colocado  en  un  pedes-
     tal de mármol  situado  justo después  de la entrada a la sala.
           —No  tiene  nada  dentro  —dijo  el niño  y miró  a su  alre-
     dedor inspeccionando  toda la sala, el resto  de probetas también
     cerradas—.  Ninguna tiene  nada dentro.  Están  vacías.
           —Ja —dijo el padre sin ninguna  alegría.
           —NOo  del todo vacías  —intervino  Alinger—.  Cada  reci-
     piente está cerrado  al vacío, sellado  herméticamente  y contiene
     el último  aliento  de un  moribundo.  Tengo la mayor  colección
     de últimos  alientos  en  todo  el mundo,  más  de cien.  Algunos
     de estos  frascos  encierran  el último  soplo de vida de personas
     muy famosas.
           Al oír esto  la mujer se  echó a reír, pero,  al contrario  que
     la del marido,  la suya  era  una  risa de verdad,  no  fingida.  Se ta-
     paba la boca  con  la mano  y temblaba,  pero  no  conseguía  disi-
     mular  la risa.  Alinger  sonrió.  Llevaba  años  enseñando  su  co-
     lección  al público  y estaba  acostumbrado  a  toda  clase  de
     reacciones.
           El niño,  sin embargo,  se  había  vuelto  hacia  la probeta
     situada justo delante  de él, con  la mirada muy atenta.  Cogió los
     auriculares  de aquel aparato  que parecía un  estetoscopio  pero
     no  lo era.
           —¿Qué  es  esto?  —preguntó.



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