Page 266 - Fantasmas
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FANTASMAS


           lir del avión  estrellado  le salpicó combustible  ardiendo y le que-
           mó el ochenta por ciento del cuerpo.  Se quedó afónica pidiendo
           ayuda. Estuvo  en cuidados  intensivos  poco más de una  semana.
           Yo entonces  ejercía de profesor y llevé a mis estudiantes  para que
           la observaran,  como  curiosidad.  Por entonces  era poco frecuen-
           te ver  a alguien con  semejantes quemaduras y aún con vida. Con
           tanta  superficie de su cuerpo  quemada.  Había partes de su  cuer-
           po que se habían fundido  con  otras.  Por fortuna llevaba conmi-

           go mi aspirador,  ya que murió  mientras  la examinábamos.
                —Ésa es la cosa  más horrible  que he oído en mi vida —di-

           jo la mujer—.  ¿Qué me  dice de sus  padres, de su prometido?
                —Murieron  en  el accidente.  Calcinados  delante  de ella.
           No estoy  seguro  de si se llegaron a recuperar  sus  cuerpos.  Los

           caimanes...
                —No  me  creo  una  sola palabra  de lo que  dice.  No  me
           creo  nada de este  sitio.  Y no  me  importa  decir  que  me  parece
           una  forma  bastante  estúpida de sacarle  el dinero a la gente.
                —Cariño...  —empezó  a decir el padre.

                —Supongo  que recordará  que no  les hemos  cobrado —di-
           jo Alinger—.  La entrada  es  gratuita.
                —¡Mira,  papá!  —El  niño  gritaba desde  el otro  extremo
           de la habitación  mientras  leía un  nombre  en  una  tarjeta—.  ¡Es
           el hombre  que  escribió James y el melocotón  gigante!
                Alinger se  volvió  hacia  él dispuesto  a describir  la pieza
           cuando  por el rabillo  del ojo vio moverse  a la mujer y se  inte-
           rrumpió para  dirigirse a ella.
                —Yo  escucharía  antes  los otros  —dijo, mientras  la mujer
           se  llevaba  los auriculares  a los oídos—.  A algunas  personas
           no  les resulta  agradable  lo que  se  oye  en  el frasco  de Carrie
           Mayfield.
                Ella lo ignoró, se  colocó  los auriculares  y escuchó  con  los
           labios  fruncidos.  Alinger entrelazó  las manos  y se  inclinó  ha-
           cia ella atento  a su  reacción.



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