Page 265 - Fantasmas
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Joe HiLL
—Claro. El alcoholismo. Pobre hombre, ya sabe... Cuan-
do estaba en sexto curso me aprendí El cuervo de memoria —di-
Jo el padre—. Y lo recité delante de toda la clase sin equivocarme
una sola vez.
—Venga ya —dijo la mujer—. Es un truco. Seguramen-
te hay un altavoz escondido debajo del frasco y lo que se oye
es una grabación, alguien susurrando «whisky».
—Yo no he oído ningún susurro —dijo el padre—. Sim-
plemente tuve un pensamiento, como una voz en mi cabeza que
sonaba... decepcionada.
—Eso es que el volumen está muy bajo —insistió la mu-
jer—. De manera que es todo subliminal, como en los anun-
cios.
El niño se colocó el auricular para ver si no-oía lo mis-
mo que su padre.
—¿Son todos gente famosa? —preguntó el padre. Sus ras-
gos eran pálidos aunque había pequeñas manchas rojas en las
mejillas, como si tuviera fiebre.
—No todos —contestó Alinger—. He embotellado los
últimos suspiros de licenciados universitarios, burócratas, crí-
ticos literarios... un variado repertorio de gente anónima. Uno
de los silencios más exquisitos de mi colección es el de un con-
serje.
—Carrie Mayfield —leyó la mujer en una tarjeta delan-
te de un frasco alto y polvoriento—. ¿Es ella uno de sus do-
nantes anónimos? Ama de casa, seguro.
—No —contestó Alinger—. No tengo ninguna ama de ca-
sa en mi colección, todavía. Carrie Mayfield fue una joven Miss
Florida, extremadamente bella, que iba camino de Nueva York
con sus padres y su prometido a posar para la portada de una re-
vista femenina, su gran debú. Sólo que su avión se estrelló en los
Everglades. Hubo muchas víctimas, fue un accidente aéreo muy
famoso. Carrie, sin embargo, sobrevivió... por un tiempo. Al sa-
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