Page 37 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
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«Aquellas criaturas saltaron las barricadas.
Y se han dirigido al mar».
Todos esos momentos disociados, desconectados o conectados con tal
multiplicidad que nunca seré capaz de desligarlos ni de encontrar una
narrativa coherente. Ese es mi despropósito, mi engreimiento, pensar que
puedo fabricar una simple historia a partir de todo lo que ha ocurrido. Incluso
aunque lo lograra, nadie querría leerla jamás, no conseguiría venderla. CNN y
Newsweek y The New York Times, Rolling Stone y Harper’s, todo el mundo
sabe ya qué pensar de Jacova Angevine. Todo el mundo sabe lo que quiere
saber. O lo poco que quiere saber. En esas mentes, ella ya se ha ganado un
puesto en el panteón del culto a la muerte, firmemente instalada entre Jim
Jones y la secta de Heaven’s Gate.
Cierro los ojos y «fuego del cielo, fuego sobre el agua», dice y sonríe, sé
que esta vez está hablando del incendio del 14 de septiembre de 1924, el día
en el que los rayos golpearon los más de doscientos mil litros de petróleo
almacenados en uno de los depósitos de Associated Oil Company y un río en
llamas desembocó en el mar. Una profusión de nubes negras oculta el sol y el
fuego tiene la voz de un huracán mientras se cierne con fuerza sobre la fábrica
de conservas, es una voz demoniaca, y ella se detiene para atarse los zapatos.
Estoy aquí sentado en la habitación del motel, con la mirada fija en la
pantalla de mi portátil, en la luz de cristal líquido, tecleando palabras
insustanciales para construir frases inconexas, esperando, esperando,
esperando sin saber a qué espero exactamente. O tal vez solo tengo miedo de
admitir que sé bien a qué estoy esperando. Ella se ha convertido en mi
fantasma, mi tormento privado y los seres atormentados esperan
infinitamente.
—En las mansiones de Poseidón ella engalanará los salones de coral,
espejo y huesos de ballena —dice, y la multitud del almacén inspira y espira
como un único organismo asombrado, la suma de sus cuerpos algo más
pequeña que el todo momentáneo que han formado—. Allí abajo no
conoceréis más que paz, en sus mansiones, en la noche infinita de sus
espirales.
—«Tiburón» es una palabra española —me dice, y le digo que no lo sabía,
que di dos años de español en el instituto pero que ha llovido mucho desde
aquello y que lo único que recuerdo es «sí» y «por favor».
«¿Y ese ruido qué es? ¿Qué hace el viento?».
Vuelvo a cerrar los ojos.
«El mar tiene muchas voces.
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