Page 41 - Ominosus: una recopilación lovecraftiana
P. 41
esto también es mentira; no soy tan ingenuo, y no resulta difícil para nada
entender cómo o por qué Despertando a Leviatán terminó con la carrera
académica de Jacova Angevine. Un crítico de la revista Nature lo calificó
como «el ejemplo más desorientado y absurdo de mala historia emparejada
con mala ciencia desde la obra de Velikovsky».
—No me despidieron por escribirlo —replica—. Me pidieron
educadamente que dimitiera porque me había tomado la libertad de
publicarlo.
—¿Por qué no te enfrentaste a ellos?
Su sonrisa se atenúa y las arrugas alrededor de su boca parecen volverse
un poco más marcadas.
—Si vengo aquí no es para hablar del libro ni de mi desafortunada historia
laboral —explica.
Me disculpo y ella me dice que no me preocupe.
Un buzo entra en el tanque, con un traje de neopreno negro mate que deja
un rastro de burbujas plateadas y casi todos los peces suben ansiosos a su
encuentro, un tumulto de cabrillas sargaceras y tiburones leopardo de piel
lustrosa, viejas de California, peces de roca y otras especies que no
reconozco. Ella no dice nada más, afanada en ver cómo se alimentan, y yo
permanezco allí sentado junto a ella, en el fondo de un océano falso.
Abro los ojos. No hay más que las palabras en la pantalla frente a mí.
Pasó más de medio año sin que volviera a verla. Durante ese tiempo,
cuando el trabajo me envió de vuelta a Pakistán y después a Alemania, releí
su libro. También leí algunos artículos y reseñas, así como una breve
entrevista en internet que le había concedido a Whitley Strieber para su
página Unknown Country. Después localicé un artículo sobre arqueología
inuit que había escrito para Fate y empecé a preguntarme en qué momento
habría decidido Jacova Angevine que no había vuelta atrás, que no había nada
que perder y, por tanto, ninguna razón que la impidiera formar parte de ese
turbio, estridente mundo de creyentes de realidades alternativas y amantes de
los ovnis, teóricos de la conspiración e «investigadores» de lo paranormal que
estaban tan ansiosos por acogerla como a uno de los suyos.
Y me pregunté, también, si acaso ella no habría formado parte de su
estirpe desde el principio.
§
Página 41