Page 109 - La sangre manda
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No estamos hechos el uno para el otro. b

                    A continuación: Siempre te llevaré en mi corazón! B
                    A continuación: Amigos para siempre, vale? c
                    Que no están hechos el uno para el otro probablemente signifique que ha
               conocido a otra y que pasará el fin de semana con ella recogiendo manzanas

               en  New  Hampshire  y  follando  en  algún  Bed  and  Breakfast.  Esta  noche  no
               verá a Janice, ni esta noche ni nunca, con la elegante blusa rosa y la falda
               cruzada roja que lleva, a menos que le mande una foto con un mensaje que
               diga: Esto es lo que te pierdes, montón de I .

                    Ha sido totalmente imprevisto, eso es lo que la ha desconcertado, como si
               le hubiesen cerrado una puerta en la cara justo cuando se disponía a cruzarla.
               El fin de semana, que esta mañana parecía colmado de posibilidades, ahora se
               le  antoja  la  entrada  a  un  tonel  hueco  y  en  lenta  rotación  por  el  que  debe

               avanzar a gatas. Este sábado no tiene que trabajar en P&P, pero quizá llame a
               Maybelline para ver si puede ir como mínimo el sábado por la mañana. El
               domingo la tienda cierra. En cuanto al domingo, mejor ni pensar, al menos
               por el momento.

                    —Amigos para siempre y una mierda. —Esto se lo dice a su bolso, porque
               mantiene la vista baja.
                    No está enamorada de él, ni siquiera había fantaseado con estarlo, pero
               aún así ha sido una sorpresa descorazonadora. Era un tío majo (o eso creía

               ella), un amante más que aceptable y una grata compañía, como suele decirse.
               Ella  tiene  ahora  veintidós  años,  la  han  abandonado,  y  eso  es  un  mal  rollo.
               Supone que tomará un poco de vino cuando llegue a casa, y llorará. Puede
               que llorar le siente bien. Que sea terapéutico. Puede que prepare una de sus

               listas  de  reproducción  de  big  bands  y  baile  en  el  salón.  Bailando  conmigo
               misma, como dice la canción de Billy Idol. En el instituto le encantaba bailar,
               y aquellos bailes de los viernes por la noche fueron momentos felices. Tal vez
               pueda revivir un poco de aquella felicidad.

                    No,  piensa,  esas  melodías  —y  esos  recuerdos—  te  harán  llorar  todavía
               más. El instituto quedó atrás hace tiempo. Esto es el mundo real, donde los
               tíos rompen contigo sin previo aviso.
                    Un par de calles más adelante, oye un redoble de batería.





               Charles  Krantz  —Chuck  para  sus  amigos—  avanza  por  Boylston  Street
               vestido con la armadura del contable: traje gris, camisa blanca, corbata azul.

               Sus zapatos negros Samuel Windsor son baratos pero recios. A un lado cuelga




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