Page 104 - La sangre manda
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habitación. ¿Qué se han pensado? ¿Que van a provocarle un ataque alérgico o

               algo así?
                    —A  él  le  encantaba  trabajar  allí  —dice  Doug—.  No  era  nada
               extraordinario  en  la  gran  maquinaria  del  universo,  supongo…  nunca  iba  a
               ganar el premio Nobel ni a recibir la Medalla de la Libertad del presidente…

               pero le encantaba.
                    —Y  bailar  también  —añade  Brian—.  Le  encantaba  bailar.  Se  le  daba
               bien. También a mamá… Sabían marcarse unos pasos, decía papá. Pero a él
               se le daba mejor.

                    Doug se ríe.
                    —Se  llamaba  a  sí  mismo  el  Fred  Astaire  de  los  pobres.  Y  de  niño  le
               encantaban también las maquetas de tren. Su zaydee tenía una. Su abuelo, ya
               sabes, ¿no?

                    —Sí —dice Brian—. Sé lo de su zaydee.
                    —Ha tenido una buena vida, Bri.
                    —Pero ha sido corta —contesta Brian—. Nunca podrá cruzar Canadá en
               tren como quería. Ni visitar Australia…, también eso quería hacerlo. No me

               verá graduarme en el instituto. Nunca le organizarán una fiesta de jubilación
               en la que la gente haga discursos graciosos y le regale un… —se enjugó los
               ojos con la manga de la cazadora— un reloj de oro.
                    Doug estrecha los hombros de su sobrino.

                    Brian habla mirándose las manos entrelazadas.
                    —Quiero creer en Dios, tío, y en cierta manera creo, pero no entiendo por
               qué las cosas han de ser así. Por qué permite Dios que las cosas sean así. ¿Es
               un misterio? ¿Eso es lo mejor que puedes decir tú, el gran filósofo?

                    Sí, porque ante la muerte la filosofía se viene abajo, piensa Doug.
                    —Ya  sabes  lo  que  dicen,  Brian:  la  muerte  se  lleva  a  los  mejores  de
               nosotros, y la muerte se lleva también a todos los demás.
                    Brian intenta sonreír.

                    —Si se suponía que eso debía consolarme, tendrás que esforzarte un poco
               más.
                    Parece que Doug no lo ha oído. Está mirando a su cuñado, que es —en la
               cabeza  de  Doug—  un  hermano.  Que  ha  proporcionado  a  su  hermana  una

               buena  vida.  Que  lo  ayudó  a  abrirse  camino  en  los  inicios  de  su  carrera
               profesional, y eso en realidad es lo menos importante. Pasaron buenos ratos
               juntos. No los suficientes, pero por lo visto tendrá que bastar con eso.
                    —El cerebro humano es finito, una simple esponja de tejido dentro de una

               caja  de  hueso,  pero  la  mente  que  contiene  ese  cerebro  es  infinita.  Su




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