Page 7 - Extraña simiente
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prado son de un verde vibrante. El bosquecillo de pinos al oeste, que durante
el invierno y la primavera no es más que una monótona masa oscura, parece
haber entrado en movimiento, como anticipándose al verano y a los cambios
que le acompañan.
—¿Padre? —pregunta el niño—. ¿Padre?
El hombre yace inmóvil. Un escarabajo enterrador, pequeño y eficaz,
tantea cautelosamente su barbilla.
Alrededor del hombre, la tierra vive, la tierra produce, y se hincha
levemente a la espera de lo que esta reciente muerte le entregará (no es más
que una de las miles que ocurren en este instante).
—Levántate, padre —dice el niño—. ¿Padre?
El niño espera. Lo que hasta este momento ha conocido de su padre ha
sido la vida. Ha visto a su padre luchar durante horas contra un arado
atrancado; le ha visto sonreír cansinamente al final del día de trabajo; le ha
oído blasfemar y siempre añadir: «No digas nunca estas palabras, hijo. No las
digas nunca». Y le ha visto amando, viviendo.
—¿Padre? Levántate, padre.
Antes, estas palabras tenían algo mágico. Ahora ya no tienen magia.
El niño espera.
La noche cae.
El niño sigue esperando.
El niño siente más asombro que tristeza —un asombro sin límites: a su
alrededor, todo lo que la tierra produce está mostrando una curiosidad
descarada. Al alcance de la mano hay una criatura que el niño ni ve ni
percibe, y no es debido a la noche sin luna.
La criatura espera, sólo siente curiosidad. Tiene la panza llena gracias a
todo lo que la tierra ha producido en las últimas semanas. Al cabo de varios
minutos, se va.
El niño sigue esperando.
Otros seres, hijos de la tierra —algunos tan grandes como el niño, otros
incluso mayores, y otros tan pequeños que no puede ver, ni siquiera a la luz
del sol—, se acercan formando un círculo irregular alrededor del hombre y
del niño. El niño sigue sin notar su presencia.
Hay palabras que afloran a la consciencia del niño; palabras que, a medida
que decrece lentamente su asombro y aumenta su desamparo, tienen una
relación muy clara con lo que le rodea y que él desconoce. Él no tiene miedo.
Hace ya mucho que las palabras de su padre han erradicado el miedo: «No
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