Page 123 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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ALIÓ DE LA HABITACIÓN y comenzó a
subir mientras Basil Hallward lo seguía de
cerca. Avanzaban en silencio, como lo hacen de
noche los hombres por instinto. La lámpara
proyectaba sombras fantásticas sobre la pared y
la escalera. Un viento que empezaba a
levantarse hacía vibrar algunas de las ventanas.
Cuando llegaron al último descansillo,
Dorian dejó la lámpara en el suelo y, sacando la llave, la hizo girar dentro de
la cerradura.
—¿Insistes en saberlo, Basil? —preguntó bajando la voz.
—Sí.
—Será un placer —murmuró sonriendo, y a continuación añadió con
cierta amargura—: tú eres el único hombre en el mundo con derecho a saberlo
todo sobre mí. Has tenido que ver con mi vida más de lo que crees.
Y, tomando la lámpara, abrió la puerta y entró. Una fría corriente de aire
los atravesó, y la luz se volvió por un momento una llama de color naranja
oscuro. Tembló.
—Cierra la puerta tras de ti —dijo mientras dejaba la lámpara en la mesa.
Hallward echó un vistazo a su alrededor con una expresión de
desconcierto. Un tapiz flamenco descolorido, un cuadro cubierto por una
cortina, una vieja cassone italiana y una estantería casi vacía: eso era todo lo
que parecía contener aquel lugar además de una silla y una mesa. Mientras
Dorian Gray encendía una vela medio consumida que había sobre la repisa de
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