Page 118 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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pero no estoy del todo seguro. Siento que te marches, pues llevo sin verte una
eternidad. Aunque supongo que volverás pronto.
—No. Voy a estar fuera de Inglaterra durante seis meses. Me propongo
alquilar un estudio en París y encerrarme allí hasta acabar un gran cuadro que
tengo en la mente. Pero no era de mí de lo que quería hablar. Estamos en la
puerta de tu casa. Permíteme entrar un momento. Tengo algo que decirte.
—Estaré encantado. Pero ¿no perderás tu tren? —dijo Dorian
lánguidamente al tiempo que subía los escalones y abría la puerta con su
llave.
La luz de una lámpara pugnaba con la niebla, y Hallward miré su reloj:
—Me sobra tiempo —respondió—. El tren no sale hasta las doce y cuarto,
y sólo son las once. De hecho, iba al club a buscarte cuando me he cruzado
contigo. Como ves, no me retrasará el equipaje, pues ya he enviado todas mis
cosas pesadas. Todo lo que llevo conmigo está en este maletín, y fácilmente
puedo estar en Victoria en veinte minutos.
Dorian lo miró y sonrió:
—¡Vaya manera de viajar para un pintor de moda! ¡Un maletín Gladstone
y un abrigo Ulster! Vamos, o la niebla entrará en la casa. Y, si no te importa,
preferiría que no hablásemos de nada serio. No hay nada serio hoy en día. O
nada debería serlo, al menos.
Hallward movió la cabeza al entrar y siguió a Dorian hasta la biblioteca.
Había un luminoso fuego de leña ardiendo en la gran chimenea descubierta.
Las lámparas estaban encendidas y había algunos sifones con agua de soda y
unos grandes vasos tallados sobre una mesita.
—Como puedes ver, tu sirviente me hizo sentirme como en casa, Dorian.
Me dispensó todo lo necesario, incluso tus mejores cigarrillos. Es una criatura
de lo más hospitalaria. Me gusta mucho más que el francés que tenías antes.
¿Qué fue del francés, por cierto?
Dorian se encogió de hombros.
—Creo que se casó con la doncella de lady Ashton y se ha establecido con
ella en París como peluquera inglesa. He oído que la anglomanie está muy de
moda allí en este momento. Parece una estupidez por parte del francés,
¿verdad? Pero ¿sabes?, no era en absoluto un mal sirviente. Nunca me gustó,
pero no tenía nada de lo que quejarme. Con frecuencia uno imagina cosas
bastante absurdas. En realidad me tenía gran devoción, y parecía bastante
apenado cuando se fue. ¿Quieres otro brandy con soda? ¿O preferirías vino
blanco del Rin con seltz? Tiene que haber en la habitación contigua.
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