Page 115 - El retrato de Dorian Gray (Edición sin censura)
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Segismundo Malatesta, el amante de Isotta y señor de Rimini cuya efigie fue
quemada en Roma como enemigo de Dios y del hombre, que estranguló a
Polisena con una servilleta y le dio veneno a Ginevra d’Este en una copa de
esmeralda, y que en honor de una pasión ignominiosa construyó un templo
pagano para la fe cristiana; Carlos IV, que, tan desesperadamente adoraba a la
esposa de su hermano, que un leproso le advirtió de la locura que se estaba
apoderando de él y sólo podía aliviarse con unos naipes sarracenos donde
estaban pintadas las imágenes del Amor, la Muerte y la Locura. Y, con su
jubón corto y su sombrero adornado con joyas, y sus rizos como acantos,
Grifonetto Baglioni, que asesinó a Astorre con su prometida, y a Simonetto
con su paje, y cuyo encanto era tal que, mientras yacía moribundo en la plaza
amarilla de Perugia, aquellos que lo habían odiado no tuvieron más remedio
que llorar, y Atalanta, que lo había maldicho, lo bendijo.
Todos ellos ejercían sobre él una horrible fascinación. Los veía de noche,
y perturbaban su imaginación durante el día. El Renacimiento había conocido
extrañas maneras de envenenamiento: envenenamiento con yelmo y antorcha
encendida, con un guante bordado y un abanico con piedras preciosas, con
una poma dorada y una cadena de ámbar. Dorian Gray había sido envenenado
por un libro. Había momentos en que contemplaba el mal sencillamente como
un modo a través del que podía realizar su concepción de lo bello.
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