Page 210 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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          los amenaza de muerte, y si no acceden a sus oscuros propósitos, los
          hiere en una pierna. “Esta mujer estaba siendo buscada desde hace
          meses, hay muchas denuncias en su contra”.

          Katty estaba tranquila, ni suspiró ni tuvo miedo cuando vio el noti-
          ciero, abordó rápidamente el ferrobús, estaba cansada y se durmió,
          despertó en San José de Chiquitos. Todos los pasajeros del ferrobús
          se bajaron para almorzar y nuevamente el informativo del mediodía
          daba cuenta que el joven detenido en el frustrado asalto se llamaba
          Richard Sepúlveda, exestudiante chileno de Inteeso.

          No había duda, era él, por suerte no estaba muerto. Nada conmovió
          a Katty, ella no sabía lo que era el miedo, en su vida enfrentó varias
          situaciones, una vez estuvo a punto de morir ahogada, otra vez escapó
          milagrosamente de una matanza de coyotes en la frontera entre Mé-
          xico y EE.UU., en otra oportunidad sobrevivió a una masacre de nar-
          cotraficantes en Brasil. El ferrobús continuó su marcha, a la
          medianoche arribó Katty a Puerto Quijarro, esta vez utilizó un pasa-
          porte falso a nombre de Jennifer Uribe y no tuvo inconvenientes de
          cruzar al otro lado, al Brasil, a lo que ella consideraba que era su li-
          bertad. Advirtió que el guardia de la Policía Boliviana lo miraba in-
          sistentemente luego de partir de la Ciudad de los Anillos, él seguía
          sus pasos.

          Katty continuó su carrera contra el destino. Su meta es no ser de-
          tenida en ningún lugar, no hay tiempo para lamentos ni para sen-
          timentalismos. En Campo Grande abordó un lujoso bus rumbo a
          Florianópolis, en el Estado de Santa Catarina. El guardia boliviano
          hizo lo mismo. Luego Katty dormía, despertaba y entre sueños
          cruzó por Curitiba, Joinville, Florianópolis y finalmente hasta el
          balneario Camboriú a orilla del mismísimo océano Atlántico. Allí
          bajó del autobús, terminó su viaje, el guardia no le pierde vista, su
          amiga Gabriela Avellaneda la saluda amablemente. El balneario es
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