Page 211 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                           201



            inmenso, lujoso, miles de turistas se aprestaban a celebrar el fin
            de año… Cuando Katty entraba en el balneario creyó ver a la fa-
            milia de la calle Los Balcanes donde Richard ingresó a robar, pero
            no la reconocieron.

            En una mañana de mediados de enero de 1995, Richard Sepúlveda
            está en una silla de ruedas en el hospital San Juan de Dios, se apresta
            a mirar el informativo matinal, minutos más tarde abandonará el no-
            socomio ya que fue dado de alta, fue operado de emergencia la noche
            del 19 de diciembre. Una bala se incrustó en una de sus vértebras, lo
            que ocasionó que quede paralítico para toda la vida.

            Ha transcurrido sus meses  y sus días desde su internación en el hos-
            pital San Juan de Dios de la calle Cuéllar.

            Richard se estremeció cuando el presentador del canal dijo: “En este
            instante tomamos contacto con nuestro reportero desde el comando
            de la Policía, ha sido extraditada desde el Brasil la ciudadana cono-
            cida solo como Katty, a ella le siguieron los pasos la Policía Boliviana
            desde el 20 de diciembre de 1994 luego de un robo en la calle Los
            Balcanes donde fue herido el joven Richard Sepúlveda. Según inves-
            tigaciones, la Policía Boliviana le siguió los pasos desde Puerto Qui-
            jarro hasta el balneario Camboriú, en el Estado brasileño de Santa
            Catarina. La joven tendrá que enfrentar y responder por varios delitos
            cometidos en nuestra ciudad, los dos principales delitos son extorsión
            e intento de asesinato. En las próximas horas la Policía brindará más
            detalles de su captura y posterior extradición. Para que este operativo
            sea exitoso, los uniformados contaron con la colaboración de una
            mujer de apellido Avellaneda”.

            Richard Sepúlveda casi no la reconoció, ella estaba pálida, delgada
            y sin maquillaje, parecía un alma en pena, el informativo matinal ter-
            minó. Richard Sepúlveda, ayudado por su madre, abandona el hos-
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