Page 227 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                           217



            ser algo romántico. Una vez, solo una vez en mi vida, en una playa
            remota de un mar en calma una mujer me susurró al oído: “Me
            gustaría que nuestro amor sea como el mar, que se viera al princi-
            pio y no el final”, yo no comprendí exactamente la frase porque
            había tomado otros caminos, prefería los amoríos pasajeros, fáci-
            les, amores efímeros, aventuras amorosas y así fui pasando la vida.
            En mi vida lo material reemplazó a mis sueños y esperanzas; luego
            me fui sumergiendo en el mundo de la lujuria, el delito y el pecado,
            me alejé de mi hogar y de Dios. Aprendí a matar, a ganar mucho
            dinero sin trabajar”.

            “Muchos años después regresé a mi hogar y ya no encontré nada de
            nada. Mi padre había muerto en un tiroteo con la policía, mi madre
            murió alcohólica y mis ocho hermanos se fueron a rodar el mundo,
            ese fue nuestro destino y nuestra suerte. Habían pasado tantos años
            y cuando otra vez regresé donde era mi hogar no volví a encontrar
            nada, ni la casa donde nací. Una vez regresé a “El faro del fin del
            mundo”,  pregunté por la calle La Herradura, reconocí mi vivienda
            por un árbol torcido que había sobrevivido a los cambios del vecin-
            dario. Un hombre viejo, que lo conocían como Hombre de Hierro,
            me contó que mis hermanos nunca habían regresado, por rumores
            llegó a saber que se fueron a la capital, donde cada uno tomó caminos
            diferentes. Le dijeron que uno de mis hermanos era el jefe de un car-
            tel de la droga en la costa de los Mares del Sur, una de mis hermanas
            había sido elegida Miss de nuestro país y participó del Miss Mundo
            cuatro años antes de que fuera derribado el Muro de Berlín”.
            “Fui contrabandista de armas para varios países de Centroamérica y
            Sudamérica, trafiqué miles de toneladas de droga al país del norte,
            me estafaron y me quedé en la cochina calle. Yo recuerdo que no me
            llamaba Enzo Bordenave, recuerdo que me llamaba Sam Alcapone,
            así me llamaba mi madre. Como andaba con personas poco recomen-
            dables me bautizaron con el nombre de Carnicero, Clemente Lobo,
            Inocencio Hitler, ahora soy Barbarroja y así otros nombres que ya yo
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