Page 231 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                           221



            dio y se adueñaron de todo. Desde hace mucho tiempo que yo co-
            nozco a este corpulento hombre de mirada de hielo. Fue con él que
            atacamos a balazos el Colmilav, yo era el conductor y él junto a “el
            Valiente” y “Juan Sin Miedo” metían bala. A esa persona lo contra-
            taban avasalladores de terrenos o para lotear lotes baldíos. Le paga-
            ban bien. Una vez, por la Villa primero de Mayo, avasallaron un
            terreno y el grandulón caminaba delante y parecía que no le tenía
            miedo ni a la muerte. Ganaba harta plata por estas acciones. Y repito
            pito, yo también gané harta plata la noche que ejecutaron al candidato
            de Arenal, yo era quien conducía la camioneta Toyota 4X4 sobre la
            faja del aeropuerto El Trompillo, pero luego el gigante desapareció
            del mapa”. La Policía nunca esclareció la suerte de este gigante al
            que se lo conocía como “Gigante”, “El enmascarado de plata”,
            “Nerón” y “El peleador callejero”, etc.

            Su voluminoso prontuario policial comenzó aproximadamente a sus
            18 años, en esos años ya tenía muchos antecedentes policiales por
            delitos cometidos en el sur del país, tal vez en la cuesta de Coyam-
            buyo, donde una vez hubo una batalla entre el ejército de las fuerzas
            confederadas al mando del mariscal Otto Braun contra las fuerzas
            del general argentino Heredia. Aquella vez fue acusado de robo, vio-
            lación, falsedad ideológica, robo a mano armada, asesinato, secues-
            tro, extorsión y otros delitos.  Leolucas Primitivo era un hombre
            temido por todos, era zafau, muy arrofaldau, medio atronau, atrope-
            llador y pendenciero.

            Muchos años después, cuando Leoluca Primitivo regresó del norte
            argentino, estaba una mañana soleada en la estación ferroviaria de
            Boyuibe, su meta aquella vez era arribar a Santa Cruz de la Sierra a
            “buscarle a la vida, porque la muerte la tenía segura”.
            Se llegó a saber que en esa estación ferroviaria estaba un enviado del
            Ministerio de Defensa de Bolivia con la misión de verificar los 11
            hitos fronterizos en la frontera boliviana-paraguaya, corrían los ru-
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