Page 288 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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278                                La trágica noche de Santacruz



          continuó por la avenida Charcas hacia la avenida Santa Cruz. Muy
          de cerca Enzo no lo pierde de vista conduciendo la Ford Ranger, el
          tráfico es intenso a esa hora en la capital oriental, el semáforo en
          verde en la avenida Santa Cruz, Euclides continúa su marcha por la
          avenida Guapay hasta el tercer anillo, allí advirtió que lo perseguían.
          Al llegar al tercer anillo viró a la izquierda sin respetar el semáforo,
          cruza a toda velocidad el Hospital Japonés y al llegar a la avenida
          Paraguá acelera a fondo, rumbo al cuarto anillo. Se detiene en el
          cuarto anillo, el semáforo está en rojo.

          -Vamos “Matador”, mátalo ya, ordenó el capitán Bordenave
          “El Matador” desciende del motorizado, duda, mira para todos los
          lados con pavor y no atina a apretar el gatillo. Está nervioso, como
          poseído por un pánico infernal.

          -¡Sube! Grita Bordenave.
          El diputado Santacruz reaccionó y se dio cuenta que intentaban
          asesinarlo, todo era cuestión de segundos para perder la vida,
          arrancó cuando el semáforo cambiaba a verde, viró a la izquierda
          y se enfiló por el cuarto anillo. Al cruzar la avenida 2 de Agosto
          no detuvo su marcha y no respetó que el semáforo estaba en rojo
          y allí casi choca con un micro, por el espejo retrovisor vio que el
          conductor de la camioneta Ford Ranger lo perseguía a toda velo-
          cidad. Era una persecución infernal, ninguno de los dos conducto-
          res respetaba las señales de tránsito, ambos conductores aceleraban
          y punto, ante el pavor de los otros conductores. Euclides comenzó
          a orar y pidió a Dios que lo salve, no quería morir en esas circuns-
          tancias, en pocos segundos recordó toda su vida, se sintió un hom-
          bre feliz por lo que ya había logrado en su vida y que estaba a
          punto de tocar el Cielo con las manos.
          Euclides comenzó a sudar frío, se sintió abandonado por propios
          y extraños, se sintió desprotegido, le quedaban pocos minutos de
          vida. No podía creer que moriría en pocos minutos más, sintió
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