Page 44 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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          también como “El enmascarado de plata”.
          El sueño de Euclides Santacruz era el preludio de una lucha sin cuar-
          tel de tiendas políticas que pugnaban por el poder, en una guerra des-
          piadada por la angurria de apoderarse del Palacio Presidencial. Había
          un plan macabro para liquidar la carrera política de Euclides Santa-
          cruz, eso lo supo el candidato de Arenal el día de su muerte. Se tra-
          taba de una pugna por el poder para satisfacer apetitos personales y
          nada más. Hubo una matanza.
          Después de esa masacre, solo se salvaron cinco personas de la re-
          friega, entre ellos “el Valiente”, “Juan Sin Miedo”, “Gigante”, “Tres
          PPP” y Capablanca. Murieron también en la refriega los tres expro-
          pietarios de Facinerosos&Facinerosos.
          Y después de la masacre entraron también en acción en la provincia
          Velasco las Fuerzas Armadas Revolucionarias Chiquitanas, Farchi.
          Y también pocos días antes de la masacre arribó al aeropuerto Viru
          Viru Dominique Fontaine, quien tenía otros nombres y apodos, tam-
          bién se hacía llamar Simone Candau, Josephine Riviere y Mata Hari.

          Un día Euclides recordó esta escena:
          - Te presento a mi pariente Enzo, le dijo ella. Euclides miró a la per-
          sona y vio que se trataba de un hombre de mirada de hielo, parco,
          serio, cara de pocos amigos, de pocas palabras, siempre vestido con
          polera blanca sin cuello, saco negro y en un momento vio que el hom-
          bre estaba armado con una pistola automática ajustada en el cinto.
          Esto sucedió a fines de 1992, aproximadamente, en el domicilio de
          Alejandra Centurión.

          -Mucho gusto, le dijo el hombre que siempre vestía un saco negro y
          una polera blanca, tenía una mirada de hielo. Siempre usaba gafas
          oscuras. Peinado impecablemente hacia atrás, ojos negros escurridi-
          zos, ademanes de criminal nato. Cuando Euclides comenzó a ser aco-
          sado y perseguido sin piedad por sus enemigos políticos recordó esa
          frase, ese tono de voz, bien parecía francés o italiano. “Barbarroja”
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