Page 72 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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          dos del lugar, orgullosos de su tierra, sus costumbres, su música,
          todos los días se escuchaba canturrear versos de una canción del
          lugar: “Soy chiquitano pueblo muy lindo donde bailamos todos
          los domingos…”.

          Euclides reflexionaba que siempre es y será conmovedor el ocaso
          del sol, pero más enternecedor todavía es cuando el astro rey se ha
          hundido en el lejano horizonte, el atardecer no es una alucinación, ni
          una sombra como cuando cesan los sueños.  Muchas veces Euclides
          recordaba esas tardes de su adolescencia siempre contemplando el
          atardecer, que surge entre el horizonte y la línea inferior del techo
          formado por las nubes. Al recordar su vida en el Bajo Paraguá, Eu-
          clides permanecía triste, como un atardecer lejano cuando se refresca
          en el fondo de la selva chiquitana y se siente que la noche ha entrado
          como una mariposa por la ventana. Ese mundo apacible fue lo que
          fortaleció y avivó el alma del candidato de Arenal antes de marcharse
          de su hogar, luego fue comprendiendo que existen otros mundos nada
          parecidos a los él vivió en su adolescencia y parte de su juventud,
          eso lo advirtió el día que los dirigentes de su partido político le ce-
          rraron el paso para convertirse en el primer secretario ejecutivo de
          Arenal. Eso fue lo que sucedió, Euclides fue muy confiado, no ad-
          virtió que era otro mundo, otras personas desalmadas, crueles, en
          otras circunstancias distintas, cuando desde algún lugar de la geo-
          grafía nacional otros rufianes y embusteros confabularon para ani-
          quilarlo. Se entristeció, se sintió deprimido, afectado por el
          neuroticismo.

          La vida apacible en el lugar donde nació, no era la misma que en la ca-
          pital del oriente boliviano, en esta urbe se luchaba a veces por sobrevi-
          vir, para no perder privilegios, nadie cede, todos están enfrascados en
          una lucha a veces común. Euclides no tenía ni idea que existían seres
          tan despreciables como Enzo Bordenave, Alain Centurión, como su
          primo “Tres PPP”, como Dominique Fontaine, “el Valiente”, “Juan Sin
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