Page 81 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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La trágica noche de Santacruz                            71



            nanda que la amaba mucho y que no la olvidaría, le haría promesas
            para un futuro. Luego, los acontecimientos lo arrastraron a otro
            mundo, y con el tiempo la olvidó. Olvidó las promesas de regresar a
            San Ignacio de Velasco y casarse con ella, instalar una oficina con
            fines de acelerar la construcción de ciudadelas, condominios, redi-
            señar la represa Guapomó para convertirla en el atractivo turístico
            más importante de la Chiquitania.

            Al otro día y muy temprano su tía lo despertó.

            - “A levantarse camba flojo”, le dijo.

            - “Vamos a servirnos el desayuno y nos marcharemos a tramitar tu
            título de bachiller”, dijo la tía Encarnación.

            Saborearon café con leche con cuñapés, masaco de yuca y masaco
            de plátano verde y maduro. “Mañana nos serviremos tamales a la
            olla, tortillas de harina de trigo, pasado mañana -prosiguió ella-, pan
            de arroz, roscas y bizcochos de maíz, bizcochuelo, etc. Aquí almor-
            zamos comida típica del Oriente boliviano, majadito de charque con
            huevo y plátano frito, rapi al jugo, asado en olla, pastel de gallina,
            pacumutos mixtos, escabeche de pollo, locro de gallina criolla, pa-
            tasca, etc. “Y no estés echándole el ojo a Matildita –que así se lla-
            maba la empleada-, yo no traje carne pal gato”. No se te olvide,
            respetos guardan respetos. No seas tan aguilillo como mi difunto es-
            poso”. Matildita era una mujer cuarentona de pronunciadas curvas,
            aún mantenía la lozanía en su rostro, y algo que lo distinguía era su
            amable sonrisa con sus dientes perfectos.

            “En tu departamento, donde ahora vives, vivía un primo tuyo, ya
            te contaré eso, no hay tiempo que perder, a estudiar se ha dicho.
            Se llama Pascual Pascutini Piérola, tal vez algún día escuches
            hablar de él”.
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