Page 78 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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          Euclides Santacruz Piérola conoció la Ciudad de los Anillos una ma-
          drugada de enero de 1990. Llegó cargado de ilusiones, de inocencia,
          de pureza en su alma y con una meta clara y precisa. Arribaba a una
          ciudad desconocida para él. Tenía una meta, un propósito, una misión
          que cumplir, no puede ni debe fallar. Daría pasos precisos en busca
          de su objetivo. La frase “El hombre es el arquitecto de su propio des-
          tino” retumba en su mente. La fe en Dios siempre la tuvo.

           Lo primero es lo primero. El estudio.

          Culminar sus estudios y graduarse de arquitecto, luego vendrá lo
          demás: incursionar en la política boliviana. Los planes sentimentales
          estaban en segundo plano hasta el día que conoció a Alejandra Cen-
          turión. Cargado de ilusiones y una buena dosis de optimismo llegó a
          una ciudad que sería su tumba.

           Él no buscó a la muerte, la muerte lo rodeó los últimos años de su
          vida hasta aquella noche nefasta del domingo 18 de mayo de 1997.
          Su muerte fue un duro golpe para la capital oriental en aquellos años,
          el candidato de Arenal se había ganado el cariño de todos los ciuda-
          danos por su carisma y coraje.

          Fue en la capital oriental donde encontró la muerte…
          Nadie olvidó el crimen por mucho tiempo, el principal culpable di-
          recto de esta confabulación estaba vivo y, como siempre, la justicia
          no encontró las suficientes pruebas para inculparlo en un bullado jui-
          cio que duró muchos años.

          Euclides arribó a la ciudad de Santa Cruz de la Sierra cuando Jaime
          Paz Zamora gobernaba el país en medio de luces y sombras, Bolivia
          se debatía en medio de una crisis social y económica y la corrupción.
          Uno de los problemas era la falta de empleo , otra la falta de reacti-
          vación económica, el gobierno dio unos pasos inciertos en su inten-
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