Page 80 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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          tecto. El camino que recorrerás hijo mío, está lleno de escollos, pro-
          blemas y peligros, por la envidia de unos, por la maldad de muchos
          y por la indiferencia de otros, de eso ya hablaremos.

          Encarnación Piérola tenía una bonita vivienda en la avenida Argen-
          tina de la capital oriental, un barrio exclusivo en esta urbe, Euclides
          se sintió como en su casa, la bondadosa tía era una jubilada de una
          empresa conocida del petróleo, su esposo había fallecido dejándole
          una apreciable fortuna, no tenía hijos, así es que problemas econó-
          micos no existían, o al menos eso percibía el sobrino recién llegado.
          Un pequeño departamento había sido acondicionado de antemano
          para él, era cómodo para un joven soltero llegado de una provincia.
          Tenía un dormitorio, un baño, cocina, una sala pequeña y una habi-
          tación para su estudio.

          Se acostó y esa noche no pudo dormir abrumado por los recuerdos
          de “El Paraíso Escondido”, recordaba a Fernanda a quien le dio el
          primer beso en su vida en la discoteca “Caracol” en San Ignacio de
          Velasco, fue un beso que nunca pudo olvidar, bailaban muy pegaditos
          escuchando una canción de Leo Dan “Jamás podré olvidar la noche
          en que te besé…”. Había experimentado los sobresaltos del viaje co-
          nociendo Santa Rosa de la Roca, Concepción, San Javier, San
          Ramón, Los Troncos, San Julián, Cuatro Cañadas, Pailón, Puerto Pai-
          las, Cotoca y luego su feliz arribo a la ciudad. Era la primera vez que
          se alejaba de sus padres, era hijo único. Había aceptado todos los
          consejos de su padre, y no podía fallar, de tal manera que todo estaba
          en sus manos. Salió a la avenida Argentina y paseó en la tarde, le en-
          cantó el atardecer cuando estaba conociendo el Parque Urbano, me-
          ditó mucho sobre su futuro, pensó que no retrocedería en labrar su
          futuro, estudiar con ahínco, dedicación y esmero.
          Se prometió a sí mismo enviar dentro de dos días una carta a Fer-
          nanda para contarle lo que estaba viviendo en esos días en una ciudad
          bella, encantadora, que le abrió las puertas. Pensaba decirle a Fer-
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