Page 82 - LIBRO LA NCHE TRAGICA SANTACRUZ
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72                                 La trágica noche de Santacruz



          La tía daba órdenes perentorias.

          Euclides se dio cuenta que su tía no andaba con rodeos ni chistes, él
          debía marchar al compás de la tía sin apartarse de la ruta, debía andar
          parejo, percibió que su tía era de un carácter fuerte, ni más ni menos
          que su madre, Celedonia Piérola, nacida en Marfil hacía casi medio
          siglo. Pero, el estudiante llegado de una provincia, no apartaba la mi-
          rada a Matildita.

          La avenida Argentina le pareció atractiva y tranquila a Euclides, en
          frente, alumnos hacían cola para ingresar a una Unidad Educativa;
          entre charla y charla caminaron y cruzaron el Parque Urbano, de-
          sierto a esa hora. Luego, a bordo de un taxi, cruzaron la avenida
          Viedma y después viraron a la izquierda por la calle Bolívar hasta la
          plaza 24 de Septiembre. Durante el trayecto, Euclides contempló que
          la ciudad capital de Santa Cruz era una urbe atractiva, un lugar con
          intensa actividad comercial, vio el fragor de la ciudad, la gente ca-
          minando presurosa por las calles, taxis, automóviles de lujo, vende-
          dores ambulantes, mujeres atractivas, hacía calor. Era un lugar
          totalmente diferente a “El Paraíso Escondido”.

          En el edificio de la Uagrm subieron a la primera planta y, luego de
          hacer las averiguaciones, Euclides no tuvo más remedio que hacer
          cola, sus papeles estaban en orden tramitados previamente en San
          Ignacio de Velasco y luego de cancelar una suma le informaron que
          regrese en 20 días a recoger su título de bachiller.
          Después su tía le pidió que la acompañe a “Urbanizaciones Monu-
          mental” porque su madre le pidió que averigϋe

           el precio de las viviendas que en aquellos tiempos estaban en buenas
          ofertas; finalmente, tomaron a avenida Beni hasta el tercer anillo ex-
          terno, el taxi viró a la derecha y así por primera vez Euclides vio un
          edificio que se destacaba por su belleza arquitectónica en esa zona.
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