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— Cuánto tiempo y qué facilidad tiene el niño para volver a jugar tras
                         ser calmado por la madre.

                      —  Qué  sucede  tras  la  separación  con  la  figura  cuidadora  y  con  la
                         presencia de un individuo extraño.


                   Tras estudiar estas variables, describió tres diferentes estilos de apego:


                      — Seguro: niños con conductas de exploración activa, que se disgustan
                         ante la separación de su madre, pero que, cuando esta vuelve, tienen
                         una respuesta positiva y se consuelan con facilidad.

                      —  Evitativo:  niños  que  presentan  conductas  de  distanciamiento,  no
                         lloran al separarse del progenitor, suelen concentrarse en los juguetes
                         y  evitan  el  contacto  cercano.  En  estos  pequeños  existe  una
                         desconexión de su mundo emocional y parece no importarles que su

                         madre se aleje.
                      —  Ambivalente:  niños  que  reaccionan  fuertemente  a  la  separación,
                         presentan conductas ansiosas y de protesta, como llorar y aferrarse.
                         Suelen  mostrar  rabia,  no  se  calman  con  facilidad  y  no  retoman  la
                         exploración.


                   Al observar los  resultados muchos  pensaron erróneamente  que  los niños

                más fuertes eran aquellos que no se inmutaban al salir su madre de la escena.
                Esos eran los que resistían mejor la separación y la irrupción de otra persona
                en  la  escena.  De  ahí  surgieron  muchas  teorías  sobre  cómo  educar  y  la
                disciplina  en  los  niños.  Años  más  tarde,  unos  estudios  rompedores

                esclarecían  este  asunto:  esos  niños  de  apego  evitativo  —los  que  no  se
                inmutaban y no parecían sufrir— fueron analizados de forma más profunda.
                Hay  evidencias  de  que  el  sistema  nervioso  se  alteraba  y  se  observó  que
                mostraban taquicardia, cambios en el electromiograma y su organismo estaba
                en  tensión.  De  hecho,  presentaban  niveles  elevados  de  cortisol  en  sangre.

                Esos  niños  se  transformaban  en  la  edad  adulta  en  sujetos  con  gran
                probabilidad de somatizar y de sufrir ansiedad.
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